De las intervenciones en el mitin de la Fiesta de la Rosa en Gavà se puede deducir que la estrategia que el PSOE impone ahora al PSC de cara a los comicios del 10 de noviembre consiste en rivalizar con Ciudadanos con un discurso beligerante contra el soberanismo, cargado de amenazas como la de aplicar el artículo 155 de la Constitución para suprimir otra vez la autonomía.

Pedro Sánchez dejó claro que no le temblarán las piernas y que aunque esté en funciones aplicará el artículo 155 en caso de que el Govern de Quim Torra "vulnere el Estatut". Es decir, que el castigo por vulnerar el Estatut por exceso sería suspender el Estatut entero, dejarlo a cero de autogobierno, ecuación muy significativa de la interpretación que se hace de la Constitución española cuando dice que “garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades”.

Suele pasar que las direcciones de los partidos de ámbito español elaboran sus estrategias en clave podríamos decir madrileña, porque no tiene en cuenta las realidades diversas de toda España y lo que se considera como un discurso ganador en el Círculo de Bellas Artes puede sonar muy desagradablemente en l'Hospitalet de Llobregat.

Resulta hasta cierto punto lógico que los socialistas españoles pretendan recuperar voto españolista de Ciudadanos en el resto de España, pero esta determinación táctica plantea enormes riesgos en Catalunya y, según cómo evolucionen los acontecimientos, podría llevar a Pedro Sánchez a la perdición. Porque ciertamente Ciudadanos ha comido mucho terreno al PSOE, pero en Catalunya los votos socialistas que cambiaron de bando no se fueron todos a Ciudadanos, ni mucho menos, también a Esquerra Republicana y a En Comú Podem.

Paradójicamente, el PSOE necesita para poder gobernar una victoria abrumadora del PSC en Catalunya, es una constante de la historia electoral de España y sorprendentemente no para de ponerle palos en las ruedas

Si vamos a los hechos objetivos, el PSC sufre más, electoralmente hablando, cuando crece más la tensión por el conflicto catalán. Un ejemplo son las elecciones en el Parlament del 21 de diciembre, momento álgido del procés, cuando los socialistas catalanes, después de apoyar el 155, caen hasta convertirse en la cuarta fuerza política. Entonces sí que Ciudadanos le cogió la bandera. Pero aquello fue una conjunción astral tan determinada que no ha tenido continuidad. En las últimas generales, cuando Sánchez prometía diálogo con Catalunya y frenar el bloque de la derecha, Ciudadanos cayó en picado hasta la quinta posición y el PSC resucitó rozando el millón de votos.

Ahora vendrá la sentencia del Supremo contra los líderes independentistas, habrá respuesta ciudadana y el clima de tensión propiciará los discursos más encendidos, así que desde un punto de vista españolista Ciudadanos volverá a encontrarse en el terreno que le es más propicio y en el que el PSC se encuentra más incómodo. Desde este punto de vista, la estadística demuestra que cuando el PSC se incorpora al bloque del 155, como parece que pretende ahora Pedro Sánchez, es cuando obtiene sus peores resultados. Es lógico. Si 8 de cada 10 catalanes consideran una injusticia que los líderes independentistas estén encarcelados, quiere decir que la inmensa mayoría de votantes del PSC rechaza la política del "a por ellos" (y de paso cualquier pacto con la derecha). Conste que los líderes del PSC todo eso lo saben. Sin ir más lejos, Núria Marín lo podía haber dicho más alto pero no más claro: "Aquí hay un problema, un problema político. Y tenemos que resolverlo con política. ¿El artículo 155 soluciona este problema? No. Se aplicó en su momento y no ha resuelto el problema de Catalunya". Es el drama eterno del PSC, que gana por méritos propios y pierde por la incapacidad de un PSOE que ha interiorizado el discurso de sus adversarios. Paradójicamente, el PSOE necesita para poder gobernar una victoria abrumadora del PSC en Catalunya, es una constante de la historia electoral de España y sorprendentemente no para de ponerle palos en las ruedas.