La tradición, la cultura y la sociología determinan el comportamiento político de cada país, pero hay fenómenos que marcan tendencia por todo el planeta y que modifican la escala de valores universales. Donald Trump acaba de ser absuelto del juicio político al cual lo ha sometido el Senado aunque incluso algunos senadores republicanos han reconocido que el presidente actuó incorrectamente. Durante el escándalo Watergate, Nixon dimitió convencido de que no saldría políticamente vivo del impeachment, porque había quedado lo bastante claro que subordinados suyos habían espiado a los demócratas. También ha quedado en evidencia que Trump, él personalmente, y varios colaboradores suyos hicieron chantaje al Gobierno de Ucrania frenando la ayuda militar hasta que Kiev no les suministrara información comprometida de su principal rival electoral. Una vez absuelto, Trump ha cantado victoria, mostrando la portada del Washington Post como un trofeo, y, a continuación, ha destituido a altos cargos de su Gobierno que habían dicho la verdad que conocían sobre el asunto cuando fueron llamados a declarar. El impeachment a Trump le ha supuesto un aumento considerable en la recaudación de fondos para la campaña de su reelección y una mejora de su popularidad registrada en las encuestas. Parece bastante más grave la situación de Trump que la de Nixon, así que tendremos que admitir que desde el punto de vista de la ética individual y de la moral colectiva los Estados Unidos han ido a peor.

La política se parece cada vez más a la peor versión de una competición deportiva entre rivales encarnizados. No se trata de que gane el mejor, sino que ganen los nuestros, aunque sea haciendo todas las trampas que hagan falta. En los Estados Unidos y no tan lejos. Ahora mismo, en España ha trascendido que el Gobierno de Mariano Rajoy pagó con fondos reservados las delincuencias del comisario Villarejo. Con dinero del erario público se financió la desaparición de pruebas sobre la financiación irregular del Partido Popular, también la construcción de pruebas falsas para perseguir políticos catalanes y políticos españoles que se definían republicanos y que justamente ahora están en el Gobierno y aplauden al Rey. E informes falsos para intervenir a favor de unas determinadas entidades financieras. Un alto cargo del ministerio del Interior ha declarado que el ministro de la época, Jorge Fernández Díaz, le ordenó proteger las actividades delictivas de Villarejo porque así lo había pedido el presidente del Gobierno. No se sabe si el grado de popularidad de Mariano Rajoy ha aumentado cuando ha trascendido tanta maldad, pero las encuestas lo sitúan entre los favoritos para ganar la presidencia de la Real Federación Española de Fútbol.

La cuestión es por qué el cansancio ante políticos y políticas convencionales defensores del statu quo sólo lo capitaliza la extrema derecha

A menudo lamentamos el descrédito de la democracia pero la gran cuestión es cómo y cuándo empieza la decadencia. En los Estados Unidos la gente estaba cansada de políticos convencionales como Hillary Clinton y votaron a Donald Trump y la gente que se cansa del PP corrupto y tramposo acaba votando a Vox. La cuestión es por qué el cansancio ante políticos y políticas convencionales defensores del statu quo sólo lo capitaliza la extrema derecha. Quizás el ascenso en Turingia y en Francia y en Italia y por todas partes se debe al hecho de que sólo los partidos de extrema derecha prometen cambiar las cosas. Lo hacen para engatusar a la gente, claro está, pero alguien tendría que ser capaz de ofrecer un cambio real a los que no están satisfechos de cómo le van las cosas. Devolvemos la mirada a los Estados Unidos. Ahora hace cuatro años, el aparato del Partido Demócrata hizo trampas a las primarias a favor de Clinton y contra un Bernie Sanders cada vez más crecido. La tesis era —y vuelve a ser ahora— que hay que ser pragmático y que un candidato tan de izquierdas como Sanders nunca ganará unas elecciones presidenciales. No parece que el aparato demócrata haya aprendido la lección del 2016. Ahora apuestan por un Joe Biden, exvicepresidente con Obama, que es centrista, moderado y pragmático en tantos aspectos que es incapaz de generar ningún entusiasmo. A las primeras de cambio, en los caucus de Iowa, ha sufrido una derrota como para tirar la toalla. Lo más interesante es que en Iowa las bases demócratas han apostado por los dos candidatos menos convencionales y menos pragmáticos, más contrarios al aparato del partido, un Sanders que se declara socialista y Pete Buttigieg, un joven exalcalde de pueblo que proclama a los cuatro vientos su homosexualidad. Queda claro que el pragmatismo no está de moda, de momento, en Iowa.