Parece que todavía no se puede decir que el Partido Popular es una organización criminal a pesar de haber sido investigado por este delito y haya protagonizado varios casos de corrupción prácticamente allí donde ha tenido algún poder: Madrid, València, Balears, Galicia, Andalucía, Castilla y León, Extremadura, Canarias, Murcia, Cantabria, La Rioja, Ceuta y Melilla. Sin embargo, lo más interesante y significativo es que, a pesar de los robos que han cometido los responsables de esta organización, la gente sigue votándolos como si nada. En las recientes elecciones en Castilla y León, el candidato del PP, Alfonso Fernández Mañueco, investigado él y su gobierno por varios casos de corrupción, ha obtenido un resultado peor de lo que esperaba... pero ha tenido más votos que ningún otro candidato. Hace unos siglos en Castilla se gritaba "¡vivan las caenas"! y ahora una mayoría de ciudadanos castellanos prefieren tener gobernantes corruptos, como se ha demostrado esta semana en Madrid. Unos han salido a defender a la presidenta Isabel Díaz Ayuso, a pesar de las evidencias de su corrupción, y otros han callado esperando a apuntarse a caballo ganador.

El cainismo ha sido una constante histórica de la derecha española muy determinado por esta concepción patrimonial del poder y la voracidad cleptómana. Cuando un dirigente político pronuncia la frase "estoy en política para forrarme" y lo hace sin ningún pudor ante otras personas es porque considera el latrocinio la razón de ser de la política. Y vista la estadística criminal que afecta dirigentes y cuadros del Partido Popular, la razón de que se maten entre ellos es porque lo que está en disputa ya no es el poder por el poder, sino el negocio. El historial del cainismo de la derecha como la lista de caídos por el fuego amigo es interminable. La UCD de Adolfo Suárez implosionó porque no había dos bandos sino veinte. Fraga Iribarne recogió los trozos, pero las conspiraciones no acabaron nunca. Isabel Tocino, Antonio Hernández Mancha, Jorge Verstrynge, Francisco Álvarez-Cascos, Ángel Acebes, Dolores de Cospedal, Soraya Sáenz de Santamaria... son una pequeña parte de los nombres que figuran en lo que se llama El Valle de los Caídos del PP. El caso Bárcenas y el caso Villarejo surgen de dentro del PP y forman parte de los ajustes de cuentas entre bandos rivales.

Las batallas dentro de los partidos políticos en un sistema tan oligopolista como el español —el líder tiene el poder absoluto mientras no se lo arrebaten— siempre son cruentas e incluso crueles. Lo describió mejor que nadie Alfonso Guerra, cuando los guerristas del PSOE se disputaban el poder con el sector renovador impulsado por Narcís Serra. "Mejor perder con los nuestros —decía Guerra— que ganar con los suyos". Efectivamente, un partido de gobierno se puede permitir perder las elecciones. Ya llegará el día que las gane, pero un sector de un partido no se puede permitir perder el control de la organización, porque si ganan los otros te envían a casa y se ha acabado la carrera política. ¿Dónde está la todopoderosa Soraya Sáenz de Santamaría? Ahora mismo todo el mundo da por hecho que Pablo Casado es un cadáver político. Es posible e incluso probable, primero porque el talento de Casado es inversamente proporcional a su ambición y segundo porque Ayuso tiene poder institucional y es ganadora y Casado, no y no. Ahora bien, es obvio que si Casado pierde se le acaba la carrera política y tendrá que buscarse la vida como Albert Rivera. Y como tampoco tiene muchos estudios de verdad ni experiencia profesional acreditada está decidido a hacer lo que haga falta para salvarse, porque las opciones son o todo o nada. De hecho, ha sido el fracaso electoral en Castilla y León lo que ha desatado la batalla final bastante anunciada.

Por cierto, en esta crisis del PP solo puede ganar uno o ninguno y eso parece que llena de satisfacción al PSOE, pero puede pasar que después de la catarsis el Partido Popular se arregle y asuma el liderazgo una persona que, a diferencia de Casado, tenga talento suficiente para presentar una alternativa creíble contra Pedro Sánchez. Eso o que Vox se convierta en alternativa de gobierno.

La corrupción generalizada no empieza y acaba en el Partido Popular. Ha sido necesaria la colaboración de los poderes del Estado, la connivencia de medios de comunicación y el cinismo de los electores que eligen conscientemente ladrones para que los gobiernen. Es esta inmunodeficiencia con respecto a la corrupción y los valores democráticos lo que distingue la "democracia defectuosa" española

En todo caso, lo que queda claro, sobre todo leyendo los medios afines en el Partido Popular, es que la batalla por el poder y por el dinero es más importante que condenar y erradicar la corrupción. Y aquí está donde llegamos al nudo gordiano. El PP está pendiente todavía de al menos 27 causas por corrupción. El Tribunal de Cuentas, tan quisquilloso con los gobernantes y funcionarios catalanes o con dirigentes de Unidas Podemos, no ha encontrado nunca nada punible en las actividades del PP y cuando las ha encontrado, como en el caso de Ana Botella, se ha apresurado a exculparla. En los papeles de Bárcenas aparece un tal M. Rajoy y la justicia no acaba de ver la relación con quien ha ocupado todos los escalafones de la jerarquía del Partido Popular hasta llegar a la presidencia. En la Comunidad de Madrid la corrupción ha sido tan descarada que algunos gobernantes como Ignacio González han acabado en la prisión, pero su superiora, Esperanza Aguirre, ha salido ilesa de todos los asuntos y se permite escribir libros dando lecciones políticas poniendo en práctica aquel dicho castellano del profesor Ciruela, "aquel que no sabía leer y puso una escuela".

La corrupción generalizada no comienza y termina en el Partido Popular. Ha sido necesaria la colaboración de los poderes del Estado. También la connivencia del empresariado que depende del BOE y de los medios de comunicación. Y, por supuesto, el cinismo de los electores que voten conscientemente a ladrones para que los gobiernen. Ciertamente, han sido numerosos los ciudadanos que se han cansado del PP, ¡pero para arreglarlo han votado Vox! Es esa inmunodeficiencia respecto a la corrupción y los valores democráticos lo que distingue a la democracia defectuosa española. Y no se puede decir decadencia, porque lleva siglos arrastrando y nunca acabando. Esto es el Spain is different, esto es lo que marca España.