Las medidas de confinamiento y desconfinamiento están provocando divergencias en todos los países, sobre todo entre los gobiernos centrales y federales y las administraciones regionales o locales. La canciller Angela Merkel ha tenido que hacer un llamamiento contra la relajación cuando algunos gobiernos de los länder anunciaron medidas específicas de desconfinamiento para su territorio. En Estados Unidos hay un continuo tira y afloja entre el presidente y los gobernadores de varios estados por discrepancias en las medidas a aplicar hasta el punto de que Trump reivindicó el "poder total del presidente" sin que nadie le hiciera caso. Ahora Trump y la mayoría de republicanos apuestan por reabrir los negocios, y demócratas como el gobernador de Nueva York Andrew Cuomo aplican medidas de confinamiento más drásticas de acuerdo con la situación de la pandemia en su territorio. Trump y Cuomo han hecho de su pelea un espectáculo mediático, hasta el punto de que el presidente acusó al gobernador de pretender la independencia de su estado

 Allí donde hay un gobierno, estatal, nacional, regional o local, hay un criterio que, a pesar de que se ampare en recomendaciones de los científicos, siempre responde a una posición política. El responsable político, el gobernante, debe tener en cuenta una diversidad de factores, principalmente la salud pública, pero también la economía, la convivencia y, obviamente, tiene muy en cuenta la popularidad de las medidas y el desgaste político que le pueden generar. Por poner un ejemplo lejano, en Oklahoma, el gobernador ha dictado instrucciones para el desconfinamiento que los alcaldes de Oklahoma City y Tulsa no piensan seguir, ordenando directrices más estrictas persuadidos por las cifras de contagio.

Más cerca, la presidenta de Balears, Francina Armengol, ha reclamado el poder de decisión para organizar el desconfinamiento en un lugar tan singular como son las islas. "España no es Madrid", ha declarado, en lo que supone una crítica evidente a la recentralización practicada por el líder de su partido, Pedro Sánchez. Más cerca aún, la presidenta de la Diputación de Barcelona, Núria Marín, seguramente la socialista catalana que cuenta con estrategas más inteligentes, ya ha anunciado un plan específico de la corporación para coordinar con los municipios el desconfinamiento y la adaptación al distanciamiento social.

Allí donde hay un gobierno, estatal, nacional, regional o local, hay un criterio que responde a una posición política. Si los socialistas están tan preocupados con el president Torra, será que les está comiendo el terreno

Ni Armengol ni Marín han recibido críticas por su actitud, faltaría más; en cambio, el president Torra se ha convertido en blanco de durísimos ataques por plantear sus criterios, que efectivamente son tan discutibles como los de cualquiera, pero ni más ni menos. La consigna es evidente, habida cuenta los esfuerzos en paralelo. La prensa gubernamental ha quemado todos los cartuchos imaginables. "Voces miserables", titulaba El País un editorial con méritos suficientes para figurar en la antología del vómito. "Algunos octogenarios", escribía Ignacio Martínez de Pisón, un libelo calumnioso que desacredita el mejor talante de La Vanguardia. Y a continuación viene una agresiva ofensiva socialista impulsando manifiestos de sus abajofirmantes habituales contra el president Torra, que confirma la preocupación del PSC y también de los comunes. Deben tener encuestas que les dicen que el comportamiento del president catalán le está dando buenos resultados, políticos claro, y que les está comiendo el terreno. La paradoja es que los firmantes, en buena parte cargos y excargos socialistas acusan a Torra de politizar el debate sobre la gestión de la crisis, y para resolverlo elaboran documentos de crítica política que añaden más leña al fuego que dicen que quieren apagar .

No seré yo quien defienda ahora al president catalán, que ya es mayor como para defenderse solo y además cuenta con un gabinete de comunicación que, en teoría, debería procurar por su buena imagen. Tampoco quiero defender las posiciones del president y del Govern de la Generalitat, porque no soy epidemiólogo, ni experto en pandemias y no sé si tiene razón o no la tiene. No lo sé a ciencia cierta de este Gobierno ni de ningún otro, a pesar de los resultados y las cifras, siempre discutibles y manipulables. Pero sí he constatado que el president Torra suele avanzar propuestas que primero el gobierno español rechaza y luego se ve obligado a aplicarlas con mala gana.

Es seguro que el president catalán está convencido de que su criterio es acertado, pero tan seguro como que lo proclama para fijar posición política propia y también en defensa del autogobierno ante la recentralización impuesta por el decreto del estado de alarma. Es obvio que a un gobernante independentista como Torra las imposiciones del Estado le molestan, al igual que al Estado le molestan las autonomías desde que las inventaron para aguar las reivindicaciones nacionales de vascos y catalanes.

Parece, sin embargo, que para unas "personalidades catalanas de izquierdas", Jiménez Villarejo, Coixet, etc., y para algunos expertos en salud pública que han trabajado para administraciones socialistas, sólo politiza Torra. La recentralización con el pretexto del estado de alarma, la militarización de la estrategia, la prioridad madrileña que denuncia Armengol... esto no es politizar. Los expertos en salud pública piden no hacer política con la crisis sanitaria, pero sólo se lo piden en carta abierta al president Torra y a la consellera Vergés en nombre de la "coherencia unitaria". ¿Esto no es política? ¿No es lo mismo que "el poder total" que reclamaba Donald Trump? ¿No es lo contrario de lo que ha practicado con buenos resultados Angela Merkel? Bien parece que a Torra no le critican por lo que hace o dice. Lo que les saca de quicio es lo que Torra es y representa. Pues que lo digan claro.