Se puede entender que una gran capital como Londres, París o Nueva York, con la afluencia asegurada de viajeros de todo tipo, procuren redistribuir a los visitantes hacia segundos aeropuertos, pero no se puede entender que una ciudad/región metropolitana con ambición de competir en el mundo global prefiera un aeropuerto pequeño a uno grande, uno mal conectado a uno conectado a los cinco continentes; y que priorice la comodidad coyuntural de unos cuantos patos a la creación de empleo que genere bienestar a personas y familias. Pero lo más sorprendente es que sean partidos y gobiernos que se definen ideológicamente de izquierdas los que hagan esta apuesta empobrecedora, rechazando la ampliación del aeropuerto del Prat. El cierre, la filosofía autárquica ha estado históricamente impuesta por los sectores más reaccionarios y recalcitrantes, temerosos de que la apertura al exterior pusiera en peligro la posición dominante y los suyos.

Es demasiado evidente que las ciudades importantes del mundo, donde pasan cosas que afectan más allá de sus habitantes, son las que están bien conectadas, es decir, conectadas rápidamente con el resto del planeta. Un ejemplo paradigmático es la ciudad alemana de Frankfurt, que con menos de 800.000 habitantes en el municipio y apenas 2.5 millones en su área metropolitana, alberga el Banco Central Europeo, el Banco Central alemán, el principal mercado financiero y la principal feria europea, con certámenes de referencia como el principal Salón del Automóvil o la Feria del Libro. Su aeropuerto es el primero de Europa con respecto a transporte de mercancías, y el tercero más transitado de Europa, después de Heathrow y Charles de Gaulle. No se puede entender la capitalidad financiera, industrial o cultural, sin la magnitud de su aeropuerto. Otro ejemplo es el aeropuerto de Milán, que a pesar del peso de Roma y el Vaticano, es el principal de Italia en términos de tráfico internacional.

Cuando se debatió el desgraciado Estatut de 2006, la propuesta del Parlamento planteaba el traspaso a instituciones catalanas de la gestión del aeropuerto. Pasqual Maragall lo tuvo claro desde siempre e insistió hasta el final. Sin embargo, un inicio de acuerdo provocó la rebelión del ministerio que dirigía Magdalena Álvarez y de la Comunidad de Madrid. La gestión centralizada impedía al Prat hacer la competencia a Barajas. Esperanza Aguirre lo dejó claro. "El aeropuerto es la primera empresa de Madrid, ya que genera 200.000 puestos de trabajo —45.000 directos— y 12.300 millones de producto interior bruto, un 12% del PIB madrileño". Ahora AENA ha sido semiprivatizada y tiene que responder a los accionistas, por lo tanto, tiene que tomar decisiones de acuerdo con las demandas del mercado. Por eso se muestra dispuesta a invertir 1.700 millones de euros por la tercera pista.

El debate suscitado tiene mucho que ver con una cierta metamorfosis ideológica de las izquierdas en los países occidentales que hay que profundizar. En la segunda mitad del siglo XX, las políticas de izquierdas, de la socialdemocracia e incluso de algunos democratacristianos, centraban su estrategia en formular políticas públicas de creación de puestos de trabajo, redistribución de la riqueza para superar desigualdades. Los salarios crecieron progresivamente, los derechos laborales se fueron consolidando, la salud y la educación se asumieron como derechos universales... Se consolidó una clase media...

Si la prioridad de las izquierdas que gobiernan al Ayuntamiento y a la Generalitat ya no es crear empleo, entonces que no lo escondan. Que digan claramente que no quieren más crecimiento, que no hay que crear más riqueza, que estaremos mejor y seremos más felices siendo más pobres y más insignificantes y no molestando los patos de la Ricarda

Últimamente, el discurso de las izquierdas ya no hace referencia a los intereses de la clase obrera, como si ya no existieran. Ahora las izquierdas reivindican derechos: los derechos de las mujeres, de los colectivos LGTBI, de las minorías raciales, la lucha contra el cambio climático... Todo es muy necesario, pero de los derechos laborales se habla poco cuando las desigualdades se han disparado, la precariedad laboral se ha convertido en la norma y un directivo del IBEX gana entre 23 y 118 veces más que un empleado. Sin ir más lejos, el Gobierno más progresista de la historia congela este año el salario mínimo porque parece que subirlo provocaría una catástrofe...

Así pues, como las izquierdas más comprometidas con el establishment no son capaces de generar esperanza a los más pobres o a las clases medias, necesitan construirse una identidad política referida a otras cuestiones. Y de la misma manera que hay quien abandera —por ejemplo— la independencia de Catalunya sin creérselo mucho, también hay quien pretende liderar políticas ecologistas sin mucha fe, solo para apropiarse del nicho electoral. Y es entonces cuando surgen las contradicciones. Los mismos que denigran el boom turístico de Barcelona, son los que se conforman con un aeródromo para compañías low-cost en que carguen y descarguen turistas como borregos.

La capacidad de Barcelona y de Catalunya de atraer inversiones y talento, y de proyectarse en el mundo, estará muy determinada por su conexión internacional. Especialmente, el sector de las nuevas tecnologías, que es donde Catalunya está demostrando su competitividad y se juega su futuro, para no depender del turismo de borrachera. No se puede ser una smart city de referencia sin proyección global. Y si Barcelona no aprovecha la oportunidad no hay que decir que ya lo hará otra.

Hay un estudio de la Universidad de Barcelona que prevé que la inversión de 1.700 millones de euros en el aeropuerto, comportaría la creación de 83.000 nuevos puestos de trabajo directos y 364.000 indirectos. Como se trata de un trabajo encargado por AENA, podemos desconfiar. No de la inversión, que está presupuestada. Pongamos que los efectos son la mitad. O la tercera parte. ¿Tampoco vale la pena? Si tampoco vale la pena, si la prioridad de las izquierdas que gobiernan el Ayuntamiento y la Generalitat ya no es crear empleo, entonces que no lo escondan. Que digan claramente que no quieren más crecimiento, que no hay que crear más riqueza, que estaremos mejor y seremos más felices siendo más pobres y más insignificantes y no molestando los patos de la Ricarda. Tendrán que vigilar, sin embargo. Había una vez un municipio del área metropolitana que estrenó un magnífico parque con un precioso estanque y con unos patos muy simpáticos que duraron poco porque unos vecinos hambrientos se los comieron al día siguiente de la inauguración.