La dinastía borbónica ha reinado en España impuesta siempre por la fuerza de las armas y ahora los militares, de momento los retirados, recuerdan que son los encargados de garantizar que sigan ejerciendo el poder los borbones y su corte -ahora más numerosa que nunca- aunque llegaran a confirmarse los presuntos casos de corrupción que afectan a la familia real y a sus pajes.

En las crónicas de la Transición consta que la figura del rey Juan Carlos como sucesor del dictador Franco al frente del Estado fue condición sine qua non para aceptar la legalización de los partidos políticos y la convocatoria de elecciones. Ahora que los borbones han vuelto a tropezar con los mismos problemas de siempre, los militares que pueden avisar han venido a recordar cuál era el auténtico pacto del 78.

Gobierna España una coalición teóricamente de izquierdas con el apoyo de una mayoría parlamentaria más republicana que monárquica, más progresista que conservadora, territorialmente diversa y anticentralista, pero en realidad no manda. Los militares y los poderes fácticos del Estado vigilan y amenazan marcando las líneas que no se pueden atravesar

Con todo, los políticos del establishment y varios historiadores descartan un golpe de estado militar como el del 36. Los políticos bien situados insisten en que España es "una democracia consolidada" y los historiadores consideran inimaginable algo tan antiestético en la Europa del siglo XXI siendo como es el Reino de España miembro de pleno derecho de la Unión Europea y de la OTAN. Bueno, Turquía es miembro de la OTAN y la Alianza ha mirado hacia otro lado o incluso ha justificado algunas de las atrocidades perpetradas por Erdogan. Y la Unión Europea hay que ver lo que ha acabado transigiendo esta semana con Hungría y Polonia para poder desbloquear los presupuestos. Aun así, en España el golpe de estado militar convencional se puede descartar... ¡pero se puede descartar porque ya no es necesario!

Gobierna España una coalición teóricamente de izquierdas con el apoyo de una mayoría parlamentaria más republicana que monárquica, más progresista que conservadora, territorialmente diversa y anticentralista. Sin embargo, esta coalición que está de paso en el Gobierno en realidad no manda. O no le dejan o no se atreve a llevar a cabo una agenda política propia con los cambios y la orientación ideológica más acorde con la voluntad de los ciudadanos democráticamente expresada. Y los militares y los poderes fácticos del Estado con la derecha y la extrema derecha vigilan y amenazan marcando las líneas que no se pueden atravesar como por ejemplo, sin ir más lejos, la cuestión monárquica. ¡Y todo en nombre de la Constitución!

Harán lo que sea necesario para tapar las vergüenzas al rey emérito y a su hijo, pero difícilmente los ciudadanos podrán confiar en el sistema, ni sentirse orgullosos de pertenecer a un país con una monarquía impuesta y desprestigiada. Y nunca progresa un país avergonzado de sí mismo

La Constitución del 78 la escribieron, entre otros, un comunista de la época como Jordi Solé-Tura, un nacionalista catalán como Miquel Roca Junyent y un conservador español como Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, partidario de reconocer en Catalunya, de acuerdo con el espíritu constitucional, los mismos derechos históricos que en Euskadi y Navarra. El texto de los padres de la Constitución fue combatido y/o rechazado por la mitad de los diputados de la derecha (Alianza Popular) y por la extrema derecha (Falange, Fuerza Nueva), pero ahora nos encontramos con que es la derecha y la extrema derecha quien reivindica la Constitución tergiversando obviamente el espíritu con que fue redactada. Buena parte de los militares que en 2018 firmaron un manifiesto de adhesión a la figura del dictador Franco son los que ahora firman otro alertando del "grave riesgo para la democracia", entre ellos un comandante golpista del 23-F y un nieto del dictador.

¿Es el mundo al revés? No. El golpe de estado se ha producido con una aplicación de manual de la teoría del golpe de estado del tantas veces referenciado jurista austriaco Hans Kelsen, según la cual se puede considerar golpe de estado "cualquier modificación no legítima de la Constitución". Y sólo es el Estado quien está en condiciones de hacerlo abusando sistemáticamente del monopolio interpretativo del orden constitucional, tal como hemos visto que hace un sesgado Tribunal Supremo y, sin un ápice de vergüenza, también el Tribunal Constitucional.

Volverán a vencer sin convencer y como Franco, que murió en la cama, podrán eternizarse en el poder, pero lo que no podrán evitar los reyes, ni los militares, ni los aprovechados del régimen es la recaída de España en su decadencia ancestral. Harán lo que sea necesario para tapar las vergüenzas al rey emérito y a su hijo, pero difícilmente los ciudadanos podrán confiar en el sistema, ni sentirse orgullosos de pertenecer a un país con una monarquía más impuesta que amada. Y nunca progresa un país avergonzado de sí mismo a no ser que una tormenta le lleve a sublevarse.