Es obvio que el papel que juegue el Ayuntamiento de Barcelona será fundamental en la evolución del conflicto nacional entre Catalunya y España, pero equivocarán la estrategia los que piensen ganar la alcaldía de la capital solo a base de independentismo o de españolismo. Los barceloneses no se conformarán con tan poca cosa.

Las estadísticas electorales de los últimos casi 40 años demuestran inequívocamente que la gente sabe distinguir perfectamente el tipo de elección hasta el punto de que en muchos municipios gana un partido diferente según los comicios sean al Congreso, al Parlament o al Ayuntamiento. Y en el caso de las municipales hay un factor más determinante que en todas las otras elecciones: la personalidad del alcalde.

En Barcelona la atomización política ha hecho casi imposible que ninguna candidatura obtenga la mayoría absoluta de concejales. Ni Pasqual Maragall en los mejores tiempos olímpicos lo consiguió. Y el último consistorio resultó tan dividido en ocho grupos distintos que Ada Colau ganó la alcaldía por ser la cabeza de la lista más votada con solo 11 de los 41 concejales. A diferencia de las elecciones parlamentarias, en los ayuntamientos, cuando ningún candidato consigue que le vote la mayoría absoluta de concejales, queda automáticamente elegido alcalde el cabeza de la lista más votada.

En Barcelona la atomización política ha hecho casi imposible que ninguna candidatura obtenga la mayoría absoluta de concejales

Seguramente por eso empiezan a surgir tantos candidatos convencidos de sus posibilidades. La alcaldesa Ada Colau, Alfred Bosch (ERC) y Jaume Collboni (PSC) parecen confirmados, pero la lista de pretendientes va creciendo cada día: Neus Munté, Jordi Graupera, Ferran Mascarell, Bonaventura Clotet, Santi Vila, Manuel Valls, Jordi Cañas... El panorama es confuso, pero cualquier candidato o partido que piense que puede ganar solo está condenado al fracaso. A menos que todos los demás cometan el mismo error. En este caso, la alcaldía la ganaría Ciudadanos. Y no por la fantasmada de la candidatura de Manuel Valls, sino porque el partido de Inés Arrimadas es ahora mismo el más transversal de Barcelona.

Los resultados de unas elecciones al Parlament no son extrapolables a unas municipales, pero las catalanas del 21 de diciembre de 2017 tuvieron un nivel de participación en Barcelona tan alto, más del 81%, que sirven para marcar el máximo de votos que pueden conseguir los partidos unionistas y soberanistas, y para observar su procedencia. En aquellos comicios, Junts per Catalunya solo ganó en Gràcia; ERC se impuso en el Eixample y en Sants, y Ciudadanos ganó en los siete distritos restantes, todos muy distintos y distantes: Ciutat Vella, Gràcia, Sarrià, Horta, Nou Barris, Sant Andreu y Sant Martí. Ciudadanos aglutina el voto españolista de los barrios más ricos y de los barrios más pobres, algo que no se puede decir en el ámbito soberanista ni de JXCat, ni de ERC. Claro que habrían sido más transversales de haber ido juntos. Uno más uno no suma dos en política, porque siempre hay unos cuantos que se pierden por el camino, pero, aun así, teóricamente la candidatura unitaria soberanista habría ganado en todos los distritos excepto Nou Barris.

Se podría concluir que, si JXCat y ERC pactan un candidato, tienen la alcaldía de Barcelona asegurada y eso tampoco es seguro ni mucho menos

Llegados a este punto se podría concluir que, si JXCat y ERC pactan un candidato, tienen la alcaldía de Barcelona asegurada y eso tampoco es seguro ni mucho menos. En el mejor de los casos, es decir, con los resultados del 21-D, en la ciudad llegarían a 17 concejales, cuatro menos que la mayoría absoluta. Y hay que contar con el concurso de la alcaldesa, Ada Colau. Los 17 soberanistas solo saldrían si Colau obtuviera cuatro que son los que salen aplicando la ley D’Hondt a los resultados en Barcelona del 21-D, y eso es francamente improbable. Barcelona en Comú tuvo un resultado discreto en las catalanas, pero en la campaña municipal tendrá un protagonismo muy superior. Y teniendo en cuenta la derechización de Ciudadanos, es más probable que Colau arrastre más votos soberanistas y de izquierdas que de los partidos del 155, con lo cual todo se equilibrará.

Si los partidos soberanistas no consiguen ponerse de acuerdo en una candidatura unitaria, la batalla municipal será enconada y muy polarizada entre izquierda y derecha, con Colau ejerciendo de nuevo de heroína progresista contra Arrimadas o seguramente Jordi Cañas. En este caso, lo lógico sería que buena parte del soberanismo de izquierdas apueste por Colau como la opción útil para "frenar la ofensiva neofalangista". Así que los soberanistas solo podrán ganar si van todos juntos y además aciertan en la elección de un candidato capaz de penetrar al mismo tiempo en los barrios obreros y en los acomodados. Y como los votos independentistas ya están todos contados, para crecer habrá que ofrecer algo más que independencia. La alcaldía de Barcelona la ganará el candidato más transversal. De hecho, en Barcelona (y en España), el soberanismo será transversal o no será.