Nos quedan lejos, no podemos participar más que como simples espectadores, pero todos nos jugamos mucho en las elecciones del martes en Estados Unidos, que deben renovar un tercio del Senado y la Cámara de Representantes entera. Donald Trump ha inaugurado un nuevo tiempo político en el que los valores democráticos ya no cuentan y el martes sabremos si los ciudadanos de los EE.UU. están dispuestos a impulsar o a frenar esta regresión que se está extendiendo como una metástasis en Europa, Asia y América.

La trascendencia de estos comicios radica en que su resultado puede determinar la evolución política del planeta para toda una generación. Ahora mismo los republicanos controlan ambas cámaras. Si después del martes todo siguiera igual, no hace falta decir que la agenda política de Trump tomaría mayor empuje y la reelección en 2020 estaría casi asegurada. Serían entonces seis años más de trumpismo de consecuencias estremecedoras.

Sólo en dos años de mandato, Trump ha renunciado al liderazgo moral y democrático de los Estados Unidos, y se ha desentendido de la defensa universal de los derechos humanos. Se ha acercado a Vladímir Putin y Xi Jinping y se ha alejado de los aliados demócratas europeos. Sin escrúpulos, ha avalado y reconocido a los peores sátrapas, desde Kim Jong-un (Corea del Norte) a Rodrigo Duterte (Filipinas). Ha creado escuela en Brasil con el extremista Jair Bolsonaro, y ha adoptado una actitud condescendiente con Bashar al-Assad, el genocida de Siria; con la represión brutal de Erdogan en Turquía y, por supuesto, con la familia Saud que descuartiza periodistas. La influencia americana ha espoleado la ola reaccionaria que en Europa se ha manifestado con el ascenso de la extrema derecha o la propia radicalización de gobiernos y partidos conservadores como ha pasado en Hungría, en Polonia y también en España.

La influencia americana ha espoleado la ola reaccionaria que en Europa se ha manifestado con el ascenso de la extrema derecha

Las elecciones del martes no detendrán la deriva global, pero tendrán una trascendencia enorme si hacen que Donald Trump tenga que gobernar los próximos dos años con el contrapeso de un Congreso con mayoría demócrata que le frenara las iniciativas más radicales y le obstaculizara la carrera por a la reelección. Sin embargo, las previsiones no son para tirar cohetes. FiveThirtyEight, la web de referencia que analiza sondeos y estadísticas, prevé que la posibilidad de que los demócratas recuperen el control del Senado es sólo del 16%. En cambio, ve más probable que los demócratas ganen la mayoría en la Cámara de Representantes. Le otorga el 85% de posibilidades. El gurú Nate Silver todavía no se ha repuesto de la tragedia de no haber previsto la victoria de Trump en 2016 y recuerda ahora que si los republicanos tienen el 15% de posibilidades de ganar la House, quizás la ganen. El sondeos de carácter general registran una ventaja de los demócratas en la Cámara de Representantes de entre el 10 y el 3%, un margen demasiado justo como para lanzar las campanas al vuelo teniendo en cuenta que en las elecciones denominadas de mid-term, las minorías que suelen votar demócrata en las presidenciales, básicamente los afroamericanos y una parte de los latinos, registran el más elevado índice de abstencionismo. Es hasta cierto punto comprensible. Han de perder un día de trabajo para registrarse y otro para ir al colegio electoral y los gobernadores republicanos ya se han encargado de complicar al máximo los trámites para votar en los barrios políticamente adversarios.

En todo caso, si se cumplieran los pronósticos más optimistas, con los demócratas controlando la mayoría en la Cámara de Representantes, Trump se vería obligado a pactar casi todo con sus adversarios, y no se debe descartar el inicio de un impeachment del presidente por el Russiagate, que no tendría ninguna posibilidad de prosperar, porque al final decide el Senado, pero supondría un desgaste enorme para el presidente en plena carrera para la reelección. Esta es la única y la gran esperanza de los comicios del martes para que el mundo no continúe haciendo marcha atrás. De todas formas, para ganar a Trump en 2020 será imprescindible un potente liderazgo demócrata alternativo, que, hoy por hoy, todavía no se ve por ninguna parte.