Bienvenidos sean los indultos a los presos políticos. Desde el punto de vista moral y desde el punto de vista humanitario, los indultos son buenos, son justos y son necesarios. Desde el punto de vista político, todo apunta que los indultos forman parte además de una operación de estado, todo sea dicho, menos cruel y más inteligente que todas las anteriores.

En La lista de Schindler, el comandante nazi Amon Göth (Ralph Fiennes) se desahoga matando a judíos del campo concentración como si nada. Entonces Schindler (Liam Neeson) le argumenta que el verdadero poder no es matarlos, sino que pudiendo matarlos, el verdadero poder es perdonarlos. El perdón sólo lo puede ejercer quien tiene el poder y es siempre una demostración de este poder.

En el caso catalán, el Estado ha demostrado de lo que es capaz condenando a los políticos y a los activistas soberanistas a penas superiores a las de cualquier asesino y ahora también le conviene demostrar que es un estado capaz de perdonar incluso a los que pretendían liquidarlo. Es un intento de recuperar autoridad, en el sentido que los romanos daban a la auctoritas, la autoridad moral, tanta como ha perdido en los últimos años.

A causa del conflicto catalán, pero también por la metástasis de la corrupción y el desbarajuste de la monarquía, la democracia española ha perdido prestigio. Lo admite el mismo Estado cuando ha tenido que gastar esfuerzos, recursos y energías para proclamar que "España es una democracia plenamente consolidada". Se tuvo que inventar la Marca España con presupuesto millonario, movilizaron al Rey y a todo el cuerpo diplomático e, incluso, en el colmo de los ridículos, crearon un premio para el periodista extranjero que mejor hablara de España y su democracia. Excusatio non petita, accusatio manifesta.

Hasta ahora todas las iniciativas españolas para acabar con el procés han sido brutales e incluso crueles. Algo ha cambiado si para acabar con el procés la nueva iniciativa son los indultos

Pero lo que se está dilucidando ya no es una mera cuestión de prestigio. De repente, han sonado todas las alarmas dando por hecho que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos tumbará la sentencia del Tribunal Supremo contra los líderes independentistas. Como eso resultaría una hecatombe política de consecuencias imprevisibles, aquí se agarra el Gobierno para convencer a los suyos de que hay que apresurarse a desactivar el conflicto catalán "para evitar malas mayores". En pocos días hemos visto como el rechazo a los indultos por parte de los veteranos felipistas y de los barones del PSOE que le tienen ganas a Pedro Sánchez han reculado hasta contradecirse. Y por su parte, los dirigentes del PP ya no saben qué hacer con las cuatro firmas que han encontrado contra los indultos ni cómo ponerse en la concentración de la plaza Colón, a la cual se han apuntado tan inseguros de sí mismos.

Así que la razón de estado va cuajando, pero, generalmente, cuando se invoca la razón de estado, como antes cuando se invocaba la voluntad de Dios, los invocadores suelen aprovecharlo para llevar el agua a su molino. Del mismo modo que el PP esgrimió razones de estado en las diversas ofensivas anticatalanistas, ahora es al PSOE a quien le interesan los indultos también desde un punto de vista partidista.

Pedro Sánchez se ha conjurado a sí mismo para acabar la legislatura y eso lo podrá hacer porque, como contrapartida a los indultos, tendrá estabilidad parlamentaria asegurada. No hay que decir que Rufián y compañía seguirán dando apoyo a las iniciativas fundamentales del Gobierno.

Eso es lo inmediato. A medio plazo, el PSOE necesita desactivar el procés y volver a la normalidad de antes. Desde que hay procés, los socialistas no han vuelto a ganar las elecciones generales en Catalunya, y sin Andalucía y sin Catalunya no será posible una victoria socialista suficiente para gobernar. Para ir bien, el PSOE necesita que el PSC le vuelva a suministrar el triple de diputados que el PP para contrarrestar la eterna mayoría conservadora castellana.

No es poco importante que el Gobierno considere los indultos por razones de estado o de partido. Se mire como se mire, es la constatación de que Catalunya y el proceso soberanista siguen determinando la política española. Y la historia no se acaba aquí

Y otra cuestión muy relacionada. La estadística electoral desde 1977 demuestra que la derecha española sólo ha ganado las elecciones por incomparecencia del PSOE o cuando se presentaba como un partido moderado y centrista. Cuando se radicaliza hacia la derecha extrema, siempre acaba perdiendo. El 1996 Aznar ganó sólo por 300.000 votos cuando el PSOE vivió un festival de corrupciones. En 2000 obtuvo mayoría absoluta después de su "viaje al centro" pactando con CiU, PNV y los sindicatos. Y en el 2004 les volvió a subir el ardor guerrero, y perdieron estrepitosamente. En 2011, el PP volvió a ganar cuando la crisis del 2008 le cayó encima a José Luis Rodríguez Zapatero como a todos los gobiernos europeos. Y no se puede decir que la estrategia beligerante contra el procés le haya dado buenos resultados. Ha perdido hasta la camisa, porque ha perdido el poder y el monopolio del espectro político de la derecha. Se han publicado encuestas según las cuales la mayoría de españoles son contrarios a los indultos, pero son encuestas publicadas por medios atrincherados para hacer caer el gobierno de Pedro Sánchez. Quien pregunta ya responde, cantaba Raimon. En la medida en que los indultos contribuyen a empujar al PP a competir con Vox en radicalidad derechista, la estadística electoral afirma que eso quizás no conviene a los españoles, pero facilita las victorias socialistas. Por eso el PSOE y sus medios afines están tan interesados en magnificar la foto de la plaza Colón.

Y para acabar. Algunos independentistas que no están en la prisión observan y critican los indultos como una iniciativa española para acabar con el procés. Bien, hasta ahora todas las iniciativas españolas para acabar con el procés han sido brutales e incluso crueles. Algo ha cambiado si para acabar con el procés en vez de encerrarlos, los excarcelan. Y no es poco importante que el Gobierno considere los indultos por razones de estado o de partido. Se mire como se mire, es la constatación de que Catalunya y el procés soberanista siguen determinando la política española. Y la historia no se detiene. Después de los indultos vendrá lo que vendrá, pero, de momento, que los presos recuperen la libertad y la vida no es poco.