Si el juicio acabara hoy y el Tribunal Supremo se limitara a juzgar estrictamente lo que se ha visto hasta ahora en la sala, no tendría argumentos para sentenciar que se ha cometido el delito de rebelión, ni de sedición y no habría encontrado ninguna prueba concluyente con respecto a la malversación. Quizás podría agarrarse a la desobediencia, porque ninguno de los acusados se ha desdicho de su compromiso con el referéndum suspendido por el Tribunal Constitucional, pero no habría materia para la condena penal, porque como dice el Código Penal y han reiterado todos los acusados, la convocatoria de referéndums por autoridades que no tienen la competencia fue expresamente despenalizada por considerarse que hechos como el del 1 de octubre "no tienen suficiente entidad para merecer el reproche penal".

Cualquiera diría, tal como han ido los interrogatorios, que la fiscalía ya ha tirado la toalla con respecto a la acusación de rebelión, que paradójicamente es el delito más grave por el cual se piden las penas más elevadas y, en cambio, apenas insiste en los hechos. Sin embargo, es imposible que se haya llegado hasta aquí para después olvidarse del asunto, cuando los presos hace un año que sufren prisión preventiva y el Tribunal Supremo ha asumido el caso precisamente por la acusación de rebelión. Así que todo apunta a que el fiscal se reserva para atacar cuando declaren las decenas de testigos policiales que traerán a la sala convenientemente adiestrados. No hay que olvidar que el Tribunal ha admitido a los testigos policiales españoles y no el testimonio de las víctimas de la violencia policial que se practicó el 1 de octubre, cuyas imágenes circularon por todo el planeta.

La declaración de Jordi Turull ha sido impecable, en el sentido de que ni el fiscal ni la abogada del Estado han conseguido arrancarle una sola respuesta de las perseguidas, hasta el punto de que en un momento dado el presidente de la Sala, que ha demostrado que tiene prisa, ha tenido que reconvenir a la abogada que representa al Gobierno: "Tampoco espere que la respuesta la satisfaga", le ha dicho.

Todo apunta a que el fiscal se reserva para atacar cuando declaren las decenas de testigos policiales que traerán a la sala convenientemente adiestrados

En el caso de Turull, la estrategia de los acusadores se ha centrado básicamente en alimentar la acusación de malversación, que ya fue negada por el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro y por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Como no lo conseguían con facturas que sólo eran pro forma, han buscado petróleo con los encargos publicitarios en TV3 y Catalunya Ràdio, donde no hay transacción posible, de acuerdo con la ley de la CCMA.

Con todo, la intervención más trascendente de Jordi Turull ha sido cuando ha comparado las repetidas desobediencias al Tribunal Constitucional cometidas por el gobierno del Estado con el hecho de que él, por no atender una providencia, que no tiene el rango de sentencia, ya hace un año que está en prisión. Ha sido cuando ha dicho. "Así que ser constitucionalista es un chollo, porque puedes hacer lo que quieras que no pasa nada, pero si eres independentista, vas a prisión. Y después dicen que no nos persiguen por nuestras ideas".

Por su parte, la declaración de Raül Romeva, que ha sido eminentemente política y sin preguntas de los acusadores, difícilmente podrá pasar desapercibida en los tribunales europeos, tratándose como es él de un político de larga e inequívoca trayectoria europeísta, siempre comprometido con la paz y la defensa de los valores fundacionales de la Unión Europea. En este sentido, ha puesto el dedo en la llaga cuando ha puesto en evidencia la paradoja de sentarse él en el banquillo de los acusados por defender las libertades y los derechos fundamentales y ser acusados por los que son contrarios a ello como Vox: "Los que defendemos estos valores nos encontramos en el banquillo de los acusados y los que los amenazan de forma ostensible, se sientan en el estrado entre las acusaciones. Este es un hecho que tendría que incomodar a los demócratas. Es difícil concebir una realidad tan paradójica como la que estamos viviendo". Por lo visto hoy, si Turull y Romeva acabaran condenados, o Europa interviene o dejará de ser Europa.