Oh que llarga es fa sempre l'espera
quan s'espera que vindrà el pitjor
i que trista es fa la llarga espera
quan s'espera la mort de l'amor
quan s'espera que ja tot s'acabi
per tornar altre cop a començar
quan s'espera que en el món tot s'enfonsi
per tornar-lo a edificar,
es fa llarg, es fa llarg esperar!

Pau Riba

Todo apunta a que sólo Carles Puigdemont se tomó en serio la idea de conseguir la independencia, que lo hizo ingenua y temerariamente sin tener el apoyo y los instrumentos suficientes para hacerlo y que una convergencia de fuego amigo y fuego enemigo en los momentos clave lo llevó todo al desastre. Es comprensible que ahora Puigdemont, desde el exilio, defienda la estrategia de la tensión continua con el Estado, pero es evidente que enemigos y examigos han redoblado el ensañamiento para neutralizarlo y que los amigos no saben qué son, de dónde vienen y a dónde van.

También es obvio que la batalla partidista a la que estamos asistiendo en Catalunya tiene mucho de guerra de posiciones de cara a un futuro más o menos inmediato... pensando en el poder autonómico y municipal y no en ningún otro. ERC contra JxCat, la CUP contra ambos y el PSC y los comunes contra ERC. Esto sería lo más normal del mundo en cualquier situación política de cualquier país, no lo es cuando los independentistas han asumido el compromiso, sincero o no, de conquistar la independencia. En cualquier país o nación la soberanía nacional pasa por encima de cualquier otra consideración. No hay derechas, ni izquierdas, ni intereses particulares que valgan más que la independencia nacional. Por eso todos los países celebran el día que la proclamaron como una jornada de alegría, consenso y hermandad y reciben felicitaciones de los gobiernos de otros países.

El compromiso nacional obliga moralmente a todos a remar en la misma dirección, por eso cuando alguien se desvía suele ser acusado de traidor por los que se autoerigen en guardianes de las esencias patrias. En España ha sido la acusación política recurrente desde los tiempos de Napoleón. El ejército de Franco, que mató a centenares de miles de compatriotas, era el “Ejército nacional” y el PP y Ciudadanos acusan sistemáticamente al PSOE de traicionar incluso "la memoria de los muertos".

En Catalunya, quien esté libre de pecado que tire la primera piedra, porque aquí nadie rema en la misma dirección ni por casualidad. Cada embarcación sigue itinerarios diferentes, lo que evidencia que el objetivo ya no es la independencia y abre enormes dudas de que lo haya sido en algún momento

En Estados Unidos, a menudo los presidentes, republicanos y demócratas, han ordenado bombardeos para capitalizar electoralmente el consenso nacional contra el enemigo externo. En Catalunya, quien esté libre de pecado que tire la primera piedra, porque aquí nadie rema en la misma dirección ni por casualidad. Cada embarcación sigue itinerarios diferentes, lo que evidencia que el objetivo ya no es la independencia y abre enormes dudas de que lo haya sido en algún momento. Aún peor. Gana terreno la sospecha de que el proceso soberanista no ha sido un farol, sino una táctica de los partidos autodeclarados independentistas por disputarse migajas. Desde un punto de vista democrático, no se puede comparar con la gravedad de la represión y la persecución política organizada por el Estado, pero la frivolidad tiene efectos desmoralizantes muy perniciosos que frustran las esperanzas colectivas.

Ahora mismo, la gran paradoja es que Miquel Iceta, el primer secretario del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC-PSOE) es la argamasa, el principal por no decir el único factor que mantiene unida y estable la coalición del Govern de la Generalitat. Según todos los indicios, se mantendrá en equilibrio inestable y con mala salud de hierro tanto como pueda, sin otro objetivo que evitar unas elecciones al Parlament que suponga a los partidos aliados la pérdida de poder. De poder autonómico que tanto desprecian. En unos nuevos comicios en Catalunya, la candidatura del PSC no será la más votada, pero Iceta sería el gran favorito para articular una mayoría en torno a él ya fuera unionista o de izquierdas o de centro catalanista reinventado.

Dicho de otro modo, tal y como va todo, el drama del comentarista político es no poder hacer un solo artículo optimista o esperanzado. Disculpen las molestias, pero todos los indicios son que vamos a peor y que nadie tiene prisa por salir de este marasmo en fase agónica. Se hace larga, muy larga la espera...