La política no es una ciencia y exacta todavía menos, pero la aritmética sí que lo es y ha acabado imponiendo la única alternativa posible de gobierno. Pere Aragonès era y es la persona más interesada del planeta en conseguir un acuerdo que lo hará 132.º president de la Generalitat, ha actuado en consecuencia y ha alcanzado su objetivo, como no podía ser de otro modo, que diría la consellera Vergés.

La única alternativa supuestamente posible diferente al Govern de mayoría independentista era el acuerdo de izquierdas, que requería el concurso de los socialistas, pero era muy evidente que el partido más votado no podía someterse al partido menos votado y que los socialistas nunca darán apoyo a un partido independentista ahora que el PSC ha optado por asumir el ideario de Ciudadanos.

En un momento dado, con buena o mala intención, alguien de Madrid sin suficiente mando tentó a ERC con un acercamiento que fue inmediatamente desautorizado. Tampoco el PSOE está para tirar cohetes después de la sacudida de Madrid. Empieza a notar el aliento de las derechas en el cogote y atizar el conflicto catalán es la táctica recurrente del Partido Popular. Obsérvese que la reacción de Pablo Casado ha sido señalar a Pedro Sánchez como "copiloto" de los independentistas y amenazar con una convulsión política en caso de que los presos políticos catalanes sean indultados.

La mayoría independentista tiene toda la pinta de eternizarse, así que definitivamente ERC y Junts no tendrán más remedio que acostumbrarse a convivir y a trabajar juntos. Si aceptan esta realidad, los tropiezos de la legislatura pasada pueden servir de vacuna contra el virus de la inminencia

Siendo como era, pues, el Govern independentista de coalición la única alternativa política y aritméticamente posible, es lógico preguntarse por qué ha costado tanto cerrar el acuerdo, y todo se explica con errores tácticos por los dos lados. El primer error lo cometió Junts per Catalunya cuando aseguró de entrada que daría apoyo a la investidura de Aragonès aunque no hubiera acuerdo. Eso le proporcionó una falsa posición de fuerza a ERC, porque teniendo como le decían que tenía la investidura asegurada, sólo había que esperar que el plazo se acabara imponiendo. Y el error de ERC fue pensar que efectivamente JxCat daría apoyo a la investidura de Aragonès gratis et amore después de romper estrepitosamente las negociaciones. Eso también era imposible. La política es sobre todo disputa de poder y nadie regala nada a cambio de nada.

Así que ciertamente podía haber ido todo mucho más rápido, pero como todo está bien si termina bien, ahora parece que, excepto los que están en la oposición, todo el mundo está contento, el contador se ha puesto a cero y, como dice el poema aquel de Paul Valéry, “la mer, la mer toujours recommencée”.

Con razón hay un cierto escepticismo con respecto a la convivencia de ERC y Junts en el Govern, teniendo en cuenta los precedentes, pero de todo se aprende. El resultado electoral en circunstancias tan adversas y este nuevo acuerdo de gobierno dejan claro que la mayoría independentista tiene toda la pinta de eternizarse, así que definitivamente ERC y Junts no tendrán más remedio que acostumbrarse a convivir y a trabajar juntos. Si son capaces de aceptar esta realidad, los tropiezos de la legislatura pasada pueden servir de vacuna contra el virus de la inminencia.