La tesis presuntamente soberanista según la cual formar ahora un "gobierno autonomista" sería lo mismo que claudicar y marcaría la "retirada" definitiva del independentismo sólo la pueden sostener analfabetos de la estrategia política o sectores que esperan sacar algún provecho inconfesable del fracaso colectivo. No hay que haber aprendido muchas lecciones de Maquiavelo, de Lenin o de Sun Tzu para entender que en Catalunya hacer Govern no es retirarse, sino todo lo contrario, es pasar a la ofensiva y recuperar un instrumento de lucha que fue arrebatado y que es fundamental para mantener la resistencia.

A menudo algunos fundamentalistas se ponen altivos y preguntan: ¿Govern, para hacer qué? Como si sin gobierno se pudiera hacer mucha cosa. Uno de los presos me escribía esta semana una carta impactante y respondía a la pregunta. "¿Govern para qué? ¡Para resistir, cojones!".

Impedir ahora la investidura de un president con disquisiciones exquisitas de café sería la actitud más insolidaria con los represaliados y, de rebote, provocaría el derrumbe del movimiento soberanista.

Obstaculizar la formación de un Govern es seguir punto por punto el guion de Mariano Rajoy. ¿Qué pretendió si no cuando destituyó al Govern catalán, propició el encarcelamiento de los líderes independentistas y convocó unas elecciones en inferioridad de condiciones para el soberanismo? Lo que pretendía era alterar la correlación de fuerzas en el Parlament y arrasar las instituciones. La gente —de todos los bandos— así lo entendió, se movilizó más que nunca, y contra el pronóstico de la Moncloa, los soberanistas volvieron a ganar.

Ciertamente, desde el punto de vista de la coherencia política, los partidos soberanistas tendrían que haber rechazado la convocatoria de unas elecciones convocadas para sustituir al Govern legítimo y no se tendrían que haber presentado, pero entendieron que con tanta coherencia habrían entregado todo el poder al unionismo más radical y las consecuencias habrían sido devastadoras. Así que Junts per Catalunya y ERC se apresuraron a presentar candidaturas e incluso la CUP, en un acto de pragmatismo poco habitual, también se tragó el sapo. Entonces, si se presentaron para no dejar las instituciones en manos de sus adversarios, ¿con qué argumento soberanista se puede negar ahora el apoyo a la formación de un Govern? Es una obviedad que la resistencia necesita un Govern, el que sea, y quien ponga palos en las ruedas querrá decir que su objetivo no es el mismo que el que expresan, sin ir más lejos, los mismos presos, y coincide con los que se esfuerzan desde el Estado para impedir la constitución de un Govern soberanista en Catalunya.

Catalunya necesita constituir un Govern porque sin Govern no será posible ningún tipo de interlocución ni de intermediación

Francamente, resulta irritante tener que escribir según qué obviedades. ¿Que haya un Govern soberanista en Catalunya será o no será un contrapeso a la ofensiva unionista? ¿Será mejor o peor para los presos y para los exiliados? ¿Y para sus familiares? ¿Y para la lengua? ¿Y para la escuela? ¿Y para la pluralidad? ¿Y para la internacionalización del conflicto? Esta semana se ha constituido la Associació Catalana pels Drets Civils. ¿Alguien cree que tendrá la misma visibilidad si en la Generalitat gobiernan unos u otros?

Hay, sin embargo, razones todavía más poderosas. Ayer el president Puigdemont volvió a hacer una propuesta de diálogo y lo hizo después de que el portavoz del Ministerio de Exteriores alemán, Rainer Breul, declarara que "es importante que los miembros del Parlament" constituyan "cuanto antes mejor" un nuevo ejecutivo porque "sólo de esta manera se puede reanudar el diálogo para alcanzar una solución política a través de medios democráticos".

Efectivamente, Catalunya necesita constituir un Goviern porque sin Govern no será posible ningún tipo de interlocución ni de intermediación. Todos estos que se llenan la boca y hacen depender la formación de gobierno de la investidura de Puigdemont parece que no se den cuenta de que Puigdemont sólo podrá hablar en nombre de Catalunya si tiene un Govern detrás. Sin Govern, nadie lo tendrá por nada, y con un Govern unionista en la Generalitat incluso dejaría de tener la condición de exiliado político.

Alguien puede considerar que esta es una visión pesimista porque no está escrito que en unas nuevas elecciones vuelva a haber una mayoría soberanista. Todo lo contrario, es optimista prever que los ciudadanos de Catalunya no serán tan borregos como para volver a confiar con los que han dilapidado su confianza. En todo caso, unas nuevas elecciones serían como jugar a la ruleta rusa y no es un deporte muy recomendable.

El reloj corre más rápido de lo que parece y la capacidad del Estado para alargar los procedimientos y bloquear las iniciativas es infinita. Harán todo lo que puedan para que no haya Govern soberanista en Catalunya ni ahora ni nunca, desde el ejecutivo, desde el legislativo, desde el judicial y desde el BOE y de El País, valga la redundancia.

Dicho esto, no hace falta decir que ahora en Catalunya el único Govern viable a la Generalitat (siempre que la CUP no pase de la abstención al no) tiene que ser nombrado por el Molt Honorable Carles Puigdemont. Todo el mundo sabe que la opción de Jordi Sànchez responde a una estrategia de defensa relacionada con las denuncias ante la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Seguramente, hay que hacerlo para acumular razones, pero convendría a continuación no estirar más el calendario, no sea que a base de impugnaciones, suspensiones y recursos, que los habrá de todo tipo, llegue de repente el mes de mayo y la ruleta rusa nos depare, como suele pasar, un suicidio.