Con las confusas, por contradictorias, informaciones que han circulado sobre las actividades imputadas a los miembros del CDR detenidos en la denominada Operación Judas e incluso con la versión judicial según la cual se acusa a las siete personas encarceladas, ¡siete!, de "pretender instaurar la república catalana por cualquier vía incluida la violenta", es obvio que hay un ensañamiento político-judicial con los activistas independentistas. Es incomparable con la moderación de los jueces con otros colectivos, sean indignados extremistas, taxistas agresivos, huelguistas organizados, estudiantes rebeldes, camioneros incendiarios, okupas o incluso racistas violentos. De las informaciones suministradas hasta ahora, parece evidente que después de dos años buscando independentistas violentos, la Guardia Civil no ha sido capaz de encontrar nada y ha tenido que exagerar la peligrosidad de las actuaciones de los siete detenidos para conseguir los efectos intimidatorios justo antes de que se haga pública la sentencia del Supremo contra activistas y dirigentes inequívocamente comprometidos con la no violencia. Si vamos a los hechos objetivos, los ahora en prisión incondicional no han cometido ningún acto violento, cinco de los siete han negado las acusaciones y se declaran pacíficos, y los dos que han declarado han asegurado que no pretendían hacer nada más que ruido de protesta sin hacer daño a nadie.

La noticia del encarcelamiento de los siete miembros de los CDR llegó al Parlament cuando se acababan de votar las resoluciones y los diputados casi ya recogían para irse. Ya se había aprobado la resolución según la cual el Parlament reclama la retirada de la Guardia Civil y la que prevé como respuesta a la sentencia la movilización pacífica por la amnistía, la libertad y la autodeterminación. También una veintena de resoluciones transversales, es decir, aprobadas con más de dos tercios de la cámara. Sin embargo, los diputados de la CUP quisieron aprovechar la ocasión para liderar la protesta por los encarcelamientos y quisieron interrumpir las votaciones. Al no poderlo hacer inmediatamente, abandonaron el pleno sirviendo en bandeja a Ciudadanos, partido especializado en provocar disturbios, la performance electoral que perseguían y el apoyo mediático que no habían conseguido durante dos días de debate.

Ciudadanos había perdido el debate de política general, pero los grupos independentistas han alterado el resultado sirviendo en bandeja la 'performance' final de Carrizosa

Carles Riera pidió parar el pleno y reunir a la Junta de Portavoces y el presidente del Parlament, Roger Torrent, no se negó a ello, sólo dijo que lo plantease al acabar las votaciones. Como suele pasar, la competencia entre los grupos soberanistas volvió a poner de manifiesto su incapacidad de llevar a cabo una estrategia conjunta y ganadora. Una vez más, la desbandada de la CUP arrastró a Junts per Catalunya y Esquerra Republicana a pronunciarse para no ser menos. Sergi Sabrià improvisó un miting, Santi Rodríguez, del PP, gritó "los terroristas a la cárcel" y los diputados de ERC entraron al trapo y se pusieron a gritar dentro del hemiciclo y con el pleno todavía vivo "libertad, libertad", sin que nadie les llamara al orden. Justo lo que necesitaba Carlos Carrizosa para convertir la situación en disturbio y provocar su expulsión, chupando cámara más que nadie dentro y fuera del hemiciclo para culpar de todo a... ¡Pedro Sánchez!, principal amenaza del partido de Albert Rivera en la disputa electoral de noviembre.

Después del pleno, los grupos soberanistas acordaron una declaración de la Junta de Portavoces para denunciar la "criminalización del movimiento independentista" y la "deriva represiva y autoritaria del Estado", pero entonces la performance de Carrizosa ya monopolizaba los informativos digitales y audiovisuales. Los grupos independentistas podían haber hecho lo mismo sin regalar el protagonismo a sus adversarios políticos, pero su rivalidad entre ellos los pierde. Ciudadanos había perdido el debate de política general, pero los soberanistas se hicieron un golazo en propia puerta que dio la vuelta al resultado.