Con el resultado electoral obtenido, Pedro Sánchez tiene dos opciones: gobernar a la defensiva para sobrevivir precariamente el tiempo que pueda o armarse de coraje y pasar a la ofensiva con un programa valiente que recupere la esperanza de las izquierdas y plantee una salida dialogada al conflicto con Catalunya. El pacto de la gran coalición PSOE-PP, que todos dábamos por hecho y que reclama de forma casi unánime la prensa de Madrid, queda prácticamente descartado porque, aunque Pablo Casado ya se había hecho a la idea, no se lo puede permitir teniendo como tiene ahora a Vox pisándole los talones. Sería tanto como regalar a Abascal el liderazgo de la derecha y renunciar como alternativa de gobierno.

El líder socialista tiene que elegir entre un gobierno a la defensiva pactado con 8 partidos para salir del paso o pasar a la ofensiva con un programa progresista y de diálogo con Catalunya que permita recuperar las esperanzas de cambio de la mayoría social

Gobernar a la defensiva consiste en buscar un pacto precario de al menos ocho partidos de ideologías opuestas para ir tirando el tiempo que dure, que no sería mucho, y que sólo serviría para esperar el momento oportuno de convocar nuevas elecciones según los intereses del PSOE. Esto sólo sería posible sumando los votos del propio PSOE, más todas las confluencias de Podemos, más Ciudadanos, más el PNV, más Más País-Equo, más Compromís, más el Partido Regionalista de Cantabria. Así se llega a 176 escaños y la mayoría aún podría ampliarse con el apoyo de los regionalistas de Canarias y de Teruel y los nacionalistas gallegos, que seguramente se sumarían por un módico precio. No sería un gobierno Frankenstein, sería un rompecabezas sobre todo para el encargado de negociar leyes y presupuestos. Alguien puede pensar que es imposible un acuerdo compartido por Podemos, Ciudadanos y PNV, y, efectivamente, parecen cartas que no ligan, pero se da la circunstancia de que Ciudadanos ya no es lo que era y su voto saldrá baratísimo, porque Rivera se ha ido, pero las deudas se han quedado. Si los supervivientes del desastre no ponen pegas y dicen a todo que sí, les resultará mucho más fácil saldarlas. Los problemas vendrán cuando la Comisión Europea vuelva a reclamar el control del déficit y de la deuda y el gobierno español adopte medidas de austeridad, es decir, recortes. Esto será mucho más difícil de gestionar y las diferencias entre los aliados acabarán estallando por un lugar o por otro.

Gobernar a la ofensiva requiere antes que nada que Pedro Sánchez pierda el miedo a la derecha y a los poderes fácticos del Estado y actúe sin complejos y con altura de miras. Y consiste en formar un gobierno de coalición con Podemos, con un programa inequívocamente progresista pactado con el PNV, con ERC y con Compromís que permita recuperar las esperanzas de cambio a la mayoría social del país. Obviamente un acuerdo de estas características exigiría abrir el diálogo con Catalunya y facilitar la excarcelación de los presos. También es un pacto difícil, pero es el único que puede desbloquear la política española y frenar la única alternativa posible, un gobierno con ministros fascistas. Ni que decir tiene que sería muy arriesgado para Pedro Sánchez, pero siempre es más heroico caer luchando contra el adversario que claudicando.