Un debate de política general con unas elecciones generales convocadas y con la sentencia del Tribunal Supremo contra los líderes independentistas a punto de salir, difícilmente puede servir para aclarar ninguna de las inconmensurables incertidumbres que están sobre la mesa. Todo el mundo se pregunta qué pasará y no lo sabe nadie. No lo sabíamos ayer y no lo sabremos mañana. Y sabe mal, porque por primera vez desde hace tiempo se han oído en el hemiciclo propuestas de diálogo que parecían sinceras.

El president Torra, tan criticado otras veces y no sin razón, quizás ha cambiado de speechwriter, porque ha pronunciado hoy el mejor y más inteligente discurso desde que tomó posesión, poniendo por encima de cualquier otra prioridad la urgente defensa de los derechos democráticos con un planteamiento exigente y al mismo tiempo solidario: "La involución democrática nos afecta especialmente a los catalanes, pero la sufrirá todo el mundo que quiera tomar la palabra en cualquier momento". En un país en el que son acusados de terrorismo cantantes, titiriteros, dibujantes de cómic y jóvenes que se han peleado en un bar, además de activistas y dirigentes políticos disidentes, la denuncia por "la muerte política de Montesquieu en el Estado español", por la vulneración de derechos fundamentales y la defensa de las libertades democráticas es la causa que genera más consenso y que todo el mundo entiende aquí y fuera de aquí, porque interpela a todos los demócratas y afecta al conjunto de los ciudadanos.

Y a pesar de la ofensiva represiva del Estado, lejos de caer en la provocación y buscar la ovación de los indignados más impacientes, Torra ha tenido el coraje de pedir una respuesta "en positivo" insistiendo en la propuesta de "resolver la cuestión con un referéndum pactado" y prometiendo que "no nos levantaremos nunca de la mesa de diálogo". En resumen, un discurso poco pensado para los hiperventilados

Excepto las parodias pirotécnicas de la portavoz de Ciudadanos, en el debate de hoy se ha respirado un ambiente constructivo y dialogante que hacía tiempo que no se notaba gracias sobre todo a Miquel Iceta y a Jéssica Albiach

Torra es un político inequívocamente independentista y no se puede encontrar en su discurso en el Parlament ni una pizca de renuncia, pero ha fijado el orden de prioridades ganador, en el sentido de que la independencia será fruto de la democracia y no al revés. El orden de los factores en este caso sí altera el producto.

Y como la crítica más común que se ha hecho al actual Govern de la Generalitat es una supuesta inactividad, el president Torra ha castigado al auditorio con una prolija enumeración de las iniciativas del Ejecutivo que han ocupado treinta de las cuarenta hojas de su discurso. Un ejercicio que le correspondía hacer, a pesar de que los mismos que hemos criticado el escaso interés del president Torra por administrar la autonomía tampoco nos entretendremos a explicar la obra de Gobierno. Criticar al Govern siempre es, mediáticamente hablando, más comercial que explicar lo que hace o lo que promete, como eso de hacer llegar la fibra óptica a todos los pueblos de Catalunya antes del 2023. Con todo, lo más preocupante es su disposición a subir el IRPF para que le voten los presupuestos los comunes y la CUP. Parece mentira que los grupos de izquierdas todavía no se hayan dado cuenta de que subir el IRPF siempre supone un castigo a la clase media, que, de hecho, es la única que lo paga.

Cabe decir que, excepto las parodias pirotécnicas de la portavoz de Ciudadanos, en el debate de hoy se ha respirado un ambiente constructivo y dialogante que hacía tiempo que no se notaba gracias sobre todo a Miquel Iceta y a la portavoz de los comunes, Jéssica Albiach. Obsesionado el primer grupo de la cámara a utilizar el Parlament para sus spots de agitación y propaganda bélica y renunciando por lo tanto a plantear alternativas políticas, ha propiciado que Miquel Iceta asuma definitivamente el liderazgo de la oposición, de oposición pura y dura, como no puede ser de otra manera y seguramente con más ganas que posibilidades de llegar a acuerdos a corto plazo, sin embargo, quién sabe, llegará el día que el trabajo vencerá.