Efectivamente, Pedro Sánchez ha planteado el debate de investidura con el objetivo de no resultar elegido por el momento. Y por lo vivido en el Congreso, el momento puede alargarse fácilmente más allá del jueves. El candidato a la presidencia del Gobierno se ha centrado en suplicar el apoyo imposible de la derecha española más que convencer a los únicos aliados dispuestos a elegirle presidente.

El programa de gobierno desarrollado en la primera intervención es un auténtico comodín que en su ambigüedad puede suscribir prácticamente cualquier fuerza política de derecha o de izquierda. Las propuestas a favor de crear empleo, de lucha contra la pobreza, las respuestas a la revolución tecnológica, la lucha contra el cambio climático, y contra la violencia de género forman parte del manual parlamentario de todos los establishments europeos. De hecho, ni Pablo Casado, ni Albert Rivera en sus réplicas han criticado demasiado las propuestas programáticas de Pedro Sánchez. Aún más, Casado ha reivindicado el copyright de algunas iniciativas planteadas por Sánchez y se ha apuntado como herencia de los gobiernos del PP los datos más positivos sobre la situación socioeconómica española.

Esta estrategia del candidato a la presidencia del Gobierno es una manera de afirmar que no quiere ser investido con el apoyo de Unidas Podemos y la abstención de los independentistas y que si finalmente lo llega a hacer, será por culpa de PP y Ciudadanos, que, a su juicio, son un grupo de irresponsables antipatriotas. En este sentido parece un mensaje que no iba dirigido a la ciudadanía, tampoco a los votantes de izquierdas que lo convirtieron en líder de la primera fuerza parlamentaria para cerrar el paso a la ultraderecha. Escuchando a Sánchez parece que está más preocupado por justificarse ante los poderes fácticos que le envían mensajes disuasorios sobre un hipotético Gobierno de izquierdas. O eso o es que ya tiene decidido ir a elecciones.

La investidura de Sánchez parece más difícil que antes del debate. La única propuesta clara es reformar el artículo 99 de la Constitución, una iniciativa para ahogar los partidos de ámbito autonómico y directamente contra Unidas Podemos

Porque la intervención de Sánchez incluso añade obstáculos importantes a la coalición con Podemos. La única propuesta clara y novedosa de Sánchez es reformar el artículo 99 de la Constitución, que no tiene otro objetivo que ahogar la voz de las minorías en la articulación de una mayoría de gobierno. Es una iniciativa contra los partidos de ámbito autonómico, especialmente los catalanes, y directamente contra Unidas Podemos, como se ha encargado de dejar claro Pablo Iglesias. El candidato afirmó que esta reforma constitucional será la primera iniciativa de su Gobierno si es que sale elegido. Pues difícilmente Unidas Podemos podrá asumir un programa que lo incorpore. Sánchez ha vuelto a amenazar con la repetición de elecciones y lo cierto es que las perspectivas para el jueves son más pesimistas que antes de comenzar el debate.

Con todo, lo más imprevisto ha sido la opción estratégica de Pedro Sánchez de ignorar el conflicto catalán en su primera intervención. En las réplicas más bien se ha quitado el muerto de encima. A lo más que ha llegado en las respuestas a Casado ha sido a admitir que hay un "conflicto político", pero no ha sido capaz de ofrecer para resolverlo nada que no sea "la defensa del Estado de las autonomías", que hoy por hoy es lo mismo que no hacer nada. Teniendo en cuenta que se trata de la crisis política más importante del Estado, como ha reconocido el propio Sánchez varias veces, evitar el asunto sólo se puede interpretar como una decisión estratégica de la que deberían tomar buena nota los soberanistas, que contra Rajoy luchaban mejor. Como dijo Sánchez a Casado, y lo mismo podría decir a Rivera, PP y Ciudadanos viven del conflicto. La posición del PSOE respecto de las reivindicaciones soberanistas y la situación de presos y exiliados es prácticamente la misma, pero lo que cambia es la forma en que piensa Sánchez gestionar la situación. PP y Ciudadanos convirtieron la beligerancia contra el soberanismo y el apoyo a la represión en prácticamente su único discurso político. Estas actitudes han sido la principal contribución a los argumentos del movimiento independentista en defensa de derechos fundamentales. La opción de Sánchez es cuanto menos se hable de Catalunya, mejor, y se basa en la convicción de que "ya se cansarán". Costará más movilizarse contra el silencio.