Como no tenían previsto Pedro Sánchez ni tampoco los poderes fácticos que lo empujaron a repetir las elecciones, el resultado de los comicios de ayer marca el inicio de una agonía política de características espectaculares, porque afectará más que a nadie al propio Pedro Sánchez, al Partido Socialista, al Partido Popular y al sistema político español en su conjunto.

Es difícil imaginar una victoria más pírrica que la obtenida por el líder de los socialistas españoles. Como dijo Pirro, cuando venció a los romanos al precio de miles de bajas, "otra victoria igual y regreso solo a casa". Quizás Pedro Sánchez no tarde mucho. La suya es una victoria tan problemática que no tiene más remedio que intentar la investidura y hacerlo en condiciones muy desfavorables, e incluso encontrando apoyos suficientes para superarla, sólo podrá aspirar a gobernar poco más de un año con enormes dificultades.

El 10-N no ha hecho más que confirmar que, al igual que en los últimos cinco años, España no irá bien e irá a peor mientras no resuelva el conflicto con Catalunya

Las dos opciones de mayoría de Gobierno son las mismas que el 28 de abril, pero ahora todo es mucho más difícil. Para el pacto de una mayoría de izquierdas que Sánchez ha descartado reiteradamente, ateniéndonos estrictamente a la aritmética parlamentaria, ahora Sánchez debería negociar con más partidos pequeños y seguiría siendo necesario el concurso de diputados independentistas, lo que, después de la sentencia y, sobre todo, después de la estrategia agresiva con los independentistas adoptada por Sánchez durante la campaña, parece francamente mucho más difícil tanto por parte del PSOE como por parte de ERC.

La fórmula que parece más viable es el pacto PSOE-PP, que sería una especie de cierre de filas de los partidos dinásticos para protegerse, pero el ascenso de la extrema derecha de Vox también lo complica enormemente. En otras condiciones, lo que estaba previsto era que el PP facilitara la investidura de Sánchez y suministrara respiración asistida al PSOE hasta que poco a poco se fuera consumiendo, teniendo en cuenta además que vienen tiempos de recesión. Esta opción, habiéndole surgido al PP la competencia de Vox, resulta muy arriesgada para el principal partido de la derecha y se lo tendrá que pensar dos veces no fuera que le pase lo mismo que ahora a Ciudadanos.

Globalmente, el resultado de las elecciones continúa afirmando que mientras la representación mayoritaria de Catalunya sea marginada de la gobernabilidad española, la inestabilidad política continuará. En cuanto a Catalunya, queda clarísimo que el procés está lejos de terminarse. Que el soufflé no baja, sino todo lo contrario. Las elecciones han puesto de manifiesto que una mayoría soberanista de casi dos tercios quiere una salida dialogada al conflicto con un referéndum y eso sin contar los votantes del PSC que también los hay que lo quieren. El 10-N no ha hecho más que confirmar que, al igual que en los últimos cinco años, España no irá bien e irá a peor mientras no resuelva el conflicto con Catalunya.