No habrá repetición de elecciones en Andalucía por mucho teatro que haga Ciudadanos marcando distancias verbales con Vox. Fingirán que no han pactado nada con la extrema derecha cuando, de hecho, están de acuerdo en casi todo. No hay que olvidar que Ciudadanos no ha tenido nunca manías al respecto. Ya se presentó a unas elecciones europeas en coalición con los ultraderechistas de Libertas. También las fotografías del intrépido reportero Jordi Borràs nos han mostrado cómo les gusta a los nostálgicos del franquismo asistir con banderas y tatuajes a las manifestaciones convocadas por Albert Rivera. Y al fin y al cabo, las cifras demuestran claramente que los votos de Ciudadanos y de Vox vienen prácticamente del mismo lugar, es decir, del PP. La derecha en Andalucía antes era un partido y ahora son tres, pero la gente es la misma. Los tres partidos han sumado 1.804.884 votos, más o menos tantos como sacó el PP en solitario en 2008 con Javier Arenas de candidato, 1.730.154 votos. Albert Rivera ha de disimular de cara a sus nuevos aliados europeos, pero ni quiere ni puede defraudar a su clientela que es la que es, en Sevilla y en Barcelona. Ciudadanos aspira a liderar el bloque de la derecha española y convertirse en alternativa de gobierno y eso pasa inexorablemente por entenderse con Vox.

La derecha española está en pie de guerra no sólo por las elecciones municipales, regionales y europeas previstas para el mes de mayo, sino sobre todo por las generales que Pedro Sánchez convocará en otoño, siempre y cuando sea capaz de resistir durante nueve meses todos los empujes de sus adversarios, que no serán pocos. Sánchez ha elaborado una estrategia para recuperar la identidad que el PSOE ha perdido como partido de izquierdas y por eso hará campaña, empezando por Barcelona, a favor de su proyecto de presupuestos que sabe que no se aprobarán, y que aunque se aprobaran, los debería rectificar de arriba abajo, tal como advirtieron en un mismo día la Comisión Europea, la OCDE y el Fondo Monetario Internacional. El debate sobre los presupuestos permite a Sánchez cargarse de buenas intenciones y poner en evidencia la maléfica coincidencia de la derecha y los independentistas catalanes votando juntos contra él. Cree que eso le puede ir bien en Catalunya en el ámbito de la izquierda, mientras que en el resto de España podrá presumir de no haber claudicado ante los independentistas. Y cuando Pablo Casado y Albert Rivera reclamen que sin presupuestos está obligado a convocar elecciones, Sánchez les reprochará haber cerrado filas con los independentistas para hacer caer al Gobierno. Y añadirá que no deben ser los que quieren romper España los que dicten la agenda política española. Se quedará tan ancho… y así hasta otoño.

Todo se complicará cuando comience el traslado de los presos políticos días antes de los juicios previstos para este fin de mes. Se preparan movilizaciones, pero los traslados se harán sin previo aviso para evitar los disturbios, dado que algunos grupos soberanistas se han expresado dispuestos a impedir el traslado. El jefe del Estado se ha referido como siempre tácitamente al conflicto catalán avalando la judicialización y, por tanto, la represión. Ha tenido que celebrar en Madrid la entrega de despachos a los nuevos jueces, cuando la Escuela Judicial está en Barcelona. Es por temor a nuevas protestas contra el monarca que la prensa internacional ya ha señalado como el coronado más protestado del planeta. Así que, refugiado en la sede de la Real Academia Española, el Rey consideró oportuno proclamar que España es "una nación valorada y reconocida en el mundo por la calidad de su democracia", y que "nuestro Poder Judicial cuenta con plena legitimidad" y agradecer a los jueces el "valor, coraje y determinación" con que han actuado "en determinadas ocasiones". Por si fuera poco, el día de la Pascua Militar, vestido de capitán general y dirigiéndose a los soldados como "queridos compañeros", les recordó que dentro de sus obligaciones se incluye "el mantenimiento de la estabilidad". Vamos, que el Alcázar no se rinde.