Bernie Sanders, el aspirante a la nominación demócrata en Estados Unidos, ha recibido una severa derrota en las primarias del supermartes ante Joe Biden, cuando elegían candidato catorce estados. El exvicepresidente ha superado a su contrincante de la izquierda en diez estados, mientras que Sanders ha tenido que conformarse sólo con cuatro, aunque uno de ellos es California, el más poblado. Sin embargo, el ascenso fulgurante de Biden ha necesitado la conformación de una coalición anti-Sanders con los candidatos moderados y centristas tirando la toalla la víspera del supermartes. Se vuelve a repetir algo que ya pasó hace cuatro años. El aparato del Partido Demócrata es el principal obstáculo para un cambio político real en Estados Unidos que haga renacer las esperanzas de futuro entre las nuevas generaciones y los sectores sociales que sufren más crudamente las desigualdades.

Hace cuatro años el Comité Nacional Demócrata intervino incluso con juego sucio ―denunciado por Wikileaks― para ayudar a Hillary Clinton contra Sanders y ahora vuelve a hacer lo mismo contra el senador de Vermont porque lo ven como una amenaza al establishment demócrata conchavado con el deep state. El fenómeno no es estrictamente americano. La traición de la izquierda oficial, de la socialdemocracia en Europa, a su clientela natural ha sido un factor determinante del ascenso de la extrema derecha y de personajes populistas como Donald Trump o Viktor Orbán

La crisis de 2008 puso al descubierto la incapacidad o tal vez la falta de voluntad de la izquierda convencional para ofrecer una alternativa distinta a la de las fuerzas conservadoras y el resultado fue la caída de todos los gobiernos socialdemócratas. Sólo propuestas más atrevidas de cambio como las de Barack Obama en Estados Unidos o Alexis Tsipras en Grecia tuvieron éxito. Y cuando después de Obama toma el relevo una candidata tan poco entusiasta como Hillary Clinton o cuando Tsipras se rinde ante las amenazas de la troika europea, la derecha más recalcitrante recuperó inmediatamente el poder. Cuando sólo la extrema derecha se atreve a ofrecer cambio de verdad, pasa lo que pasa.

El aparato del Partido Demócrata es el principal obstáculo para un cambio político real en Estados Unidos que haga renacer las esperanzas de futuro entre las nuevas generaciones y los sectores sociales que sufren más crudamente las desigualdades

El gran argumento del establishment demócrata para ir contra Bernie Sanders es que nunca un candidato tan escorado a la izquierda ganaría unas elecciones presidenciales, como si las propuestas del senador de Vermont fueran utópicas. Después de todo, la propuesta más atrevida de Sanders es un sistema de salud universalizado como el que ―todavía― defienden en Europa los partidos conservadores. En todo caso, la tesis sobre la superior capacidad ganadora de Biden respecto de Sanders no la confirman las encuestas. Donald Trump ganó las elecciones a Hillary Clinton no en voto popular general sino por una exigua ventaja obtenida en tres estados claves, Pensilvania, Wisconsin y Michigan. En las últimas encuestas publicadas, Sanders aparece como ganador contra Trump en estos tres estados, mientras que Biden empata o pierde con Trump excepto en Michigan, donde el exvicepresidente saca cuatro puntos de ventaja a Trump, cuando Sanders saca tres más, hasta siete.

De los debates celebrados hasta ahora y de los testigos sobre la evolución de la campaña queda claro que Sanders es capaz de arrastrar a las urnas a la gente joven y a las minorías, que tradicionalmente les cuesta ir a votar, lo que difícilmente conseguirá Joe Biden, cuyos mítines resultan tan soporíferos como los de Hillary Clinton en 2016

A pesar de ello, todos los esfuerzos continúan dirigidos a impedir la nominación de Sanders. El exalcalde de Nueva York, el multimillonario Michael Bloomberg ha tirado la toalla después del supermartes para dejar el camino expedito a Biden. Hay que esperar a ver qué hace la senadora de Massachusetts, Elizabeth Warren, que tras quedar en tercer lugar en su propio feudo, se ha quedado sin posibilidades reales de salir nominada. Es también aspirante izquierdista, pero no está claro que entregue sus apoyos a Sanders. Incluso no se descarta que pacte la candidatura a la vicepresidencia con Biden.

Con todo, aún queda partido. Biden acumula 566 delegados y Sanders 501. Se necesitan 1.991 delegados para la nominación. Sanders tiene a favor el entusiasmo de los jóvenes y está consiguiendo muy buenos resultados entre la minoría latina, excepto los cubanos después de haberse liado con un cierto elogio a Fidel Castro. A Bernie Sanders le fallan, eso sí, los votos de los afroamericanos, pero la esperanza es lo último que perderá este incansable luchador de 78 años