Expresar mi opinión en un lugar, como ElNacional.cat, que tan amablemente me cede un espacio, no implica hablar de sentimientos propios. Sin embargo, quizás en esta semana que hoy acaba, las letras que siguen, pocas, serán emotivas. Quizás a causa de que, por varias razones, la mayoría causales, esta semana he tenido la ocasión privilegiada de ver en primera persona o en los medios a varios actores políticos ―no necesariamente políticos en activo― que hacen gala de la máxima desafección posible a la idea estratégica de la unidad de acción. Huyen de ella como de la peste.

Encima, algunos observadores internacionales han tenido también que ver, una vez más, este extraño fenómeno del independentismo según el cual parece que, en contra de lo que hasta ahora sabíamos, la desunión hace la fuerza. La fuerza de quién, habría que preguntarse.

Las razones de esta desunión, expuesta en público sin ambages, no son, como había esbozado ingenuamente tiempo atrás, la consecuencia del eje derecha-izquierda. Cogiendo como excusa un enfrentamiento eterno entre pragmáticos y esencialistas, como el que tuvo lugar entre realos y fundis dentro de los Verdes alemanes a la hora de acceder al gobierno federal, todo es bueno para poner palos en las ruedas a los que intentan, con los intestinos revueltos y todo, encontrar una vía política de salida en un oscuro escenario.

Lloverán insultos, se recuperarán invectivas arcaicas, se romperán relaciones personales... Hasta que algunos, por ambos lados, se den cuenta y convenzan al resto de que la unión de geometría variable es la única solución viable

El escenario es tan oscuro que la contraparte de Madrid lo ve como la única salida para su propia supervivencia. El fantasma de las consecuencias de unas terceras elecciones es mucho más que un fantasma: es una realidad que casi se mastica. Y lo sabemos todos. En este embate nadie se tiene que bajar los pantalones; quien quiera vaselina se la tendrá que procurar él mismo. En este embate se tiene que salvar el inicio de una vía política, larga y tortuosa, como la canción de The Beatles, muy larga y muy tortuosa. Muy larga y muy tortuosa, por si no había quedado claro.

Ponen palos en las ruedas, ante el júbilo de los que ven como se les ahorra trabajo, esos que poco protagonismo tienen ahora, antaño pragmáticos, mira por dónde. Poco importan las causas y tribulaciones de la escasa significación política de algunos de estos grupos o personas que no disfrutan del favor mayoritario de los votos.

Ciertamente, como dijo el president Maragall cuando se marchó a Roma, se puede luchar contra los de fuera o contra los de dentro, no contra los dos a la vez. Así y todo, convendría que Esquerra Republicana, haciendo de tripas corazón, no tuviera en cuenta estas manifestaciones. Visto que la desunión tiene que ser la norma, no hay que cavar más honda la tumba. También convendría, a pesar de todo, mantener una relación fluida con sus socios de gobierno.

Lloverán insultos, se recuperarán invectivas arcaicas, se romperán relaciones personales... Hasta que algunos, por ambos lados, se den cuenta y convenzan al resto de que la unión de geometría variable es la única solución viable y que los varios objetivos a alcanzar y necesidades a satisfacer no siempre se presuponen recíprocamente y menos todavía simultáneamente. Hay que jerarquizar objetivos, administrar recursos, no desfallecer y persistir. Al otro lado, el adversario político común tiene tanta necesidad de salir adelante como aquí. Ellos lo tienen igual o peor. Es un dato a retener.

En todo caso, y con mucho sabor de boca, reitero: la desunión no hace la fuerza.