Todos los institutos superiores de todismo pueden hacer suya la nueva versión del teorema clásico de que hace falta ser optimista: todo puede empeorar. Cosa que en can Barça el empirismo cotidiano corrobora día sí y día también.

Desde 2015, cuando Berlín fue una fiesta, el Barça no sólo ha estado desaparecido de Europa, sino que ha sido barrido, desde 2017, con progresivos ridículos hasta llegar al ensañamiento sufrido en Lisboa.

No se trata de los disgustos de los aficionados y socios por una derrota. Al fin y al cabo, los campeonatos sólo los gana uno, sólo uno. La herida se vuelve purulenta cuando supura incompetencia en el césped y en el palco. Pero quien se lleva la palma, quien es el top one de todo eso es el todavía presidente Bartomeu.

Recibos los 222 millones de euros de Neymar, Bartomeu ficha a una joven promesa que no es más que una joven promesa y un jugador aparentemente consolidado, que proviene de otros sistemas de juego, que no se consolida nada. La historia post-Figo se repite. Como dijo Marx —¡sí, Marx!—, la segunda vez lo hace como miserable farsa. Y así estamos. Con fichajes millonarios que nada aportan, en parte porque en cinco años Bartomeu ha nombrado a cuatro directores deportivos y encima ha creado la figura del director general. Demasiados cargos por tan magros resultados en el campo. Y de mal en peor en progresión geométrica.

En eso que el mejor jugador de la historia, coejecutor también del desastre actual dice, por burofax, que se marcha. Ahora dan igual las condiciones. Condiciones que, sea dicho de paso, harán que los todistas universales en materia contractual deportiva y federativa pontifiquen como los sabios de Babilonia y nos ilustren con su infinita ignorancia.

No hay que ser un genio para ver que el Barça no iba bien. Los opositores a las juntas de Bartomeu no iban mucho mejor, ya que sus intentos de cambio no han prosperado. Hecho que no desentona, sea también dicho de paso, del panorama político general. ¡Qué generaciones, caramba!

En estas que el lunes pasado Messi, utilizando tecnología predigital, el burofax, dice que hasta luego, que hasta aquí han llegado las aguas. El Barça, para no variar, en la inopia, cuando menos, aparenta. Una nueva tormenta en Arístides Maillol, que no sabemos cómo acabará, ni cuánto durará, ni quién la pagará.

Nadie hasta ahora ha reparado en un punto, a opinión mía, relevante, un pequeño detalle con el cual los demonios les deleitan. El detalle nos lo ofreció este diario con el contrato de 100 millones el martes pasado. Aquí reside, pienso, la clave de todo. Con una remuneración estratosférica, el futbolista, dicen, mejor pagado del mundo, ha aguantado, paliza tras paliza mientras tenía asegurada este salario.

Avisto que, una vez asegurado algún otro salario, la cosa ha cambiado. El gladiador que sentía los colores como nadie, con el color morado siempre por debajo —constantes son sus renovaciones infinitas—, siendo otros colores, los que le aseguran algo similar en sus últimos años de carrera, esperamos para él, en la cumbre. Curioso que sea un equipo repleto de exbarcelonistas de corazón; de corazón, reitero.

Que la decisión de Messi de marcharse, visto cómo ha ido la temporada, coronada por un irrelevante y desacreditado Setién, debió de ser clara para Bartomeu parece fuera de toda duda. Decisión reforzada cuando ya había encontrado una salida, que los servicios de información del Barça debieron de haber detectado. Una operación como la de Messi, de un montón de millones, no se improvisa de un día para el otro.

Además, y centrado en el tema de la plata, visto que con el de la bimba poco había que hacer, las desavenencias ya venían de lejos. Sería en su día notorio que el de Rosario, cuando fue sometido a proceso penal por delito fiscal, del que salió condenado por tres infracciones, pedía al club que lo ayudase a saldar cuando menos parte de la factura con Hacienda. ¿La razón? La planificación fiscal de los jugadores, en buena medida, se dijo, no era extraña en el Barça. Mascherano seguramente podría aportar, si fuera de su interés, más luz.

Como no hablamos de calderilla, Messi, según leímos entre líneas, se sintió desamparado. Desamparo que se ha vuelto a manifestar con la causa que tienen abierta él y el Barça en la Audiencia Nacional por, dicho suavemente, desajustes fiscales de abono de estipendios a la Fundación Messi, derivados de diferentes rendimientos que Hacienda no encuentra justificados, con denuncias de excontables por el medio. Con Neymar, en el primer caso, los directivos del Barça, mediante pacto, transfirieron la responsabilidad penal al club. El Barça, de esta forma, tuvo el honor de ser el primer club condenado penalmente, como persona jurídica. Para que después se diga que no se ganan títulos.

El entrecruzamiento deportivo y económico con Messi, gestionado por Bartomeu de auténtica pena, ha llevado al Barça donde lo ha llevado: con un vestuario envejecido y sin mentalidad ganadora y a una caja donde parece que ni las arañas quieran vivir.

Qué panorama para la nueva junta: revertir el teorema de Bartomeu no será nada fácil.