Todos sabemos que es físicamente imposible soplar y sorber al mismo tiempo. Todos sabemos que es imposible estar en el gobierno y en la oposición al mismo tiempo. Todos sabemos que las coaliciones son difíciles. Y más cuando la rama pequeña no está acostumbrada a ser la rama más pequeña. Y más cuando cree que, con un empujoncito más, habría sido la rama grande. Y más cuando algunas de las políticas que se aplican pueden no ser, legítimamente, de su gusto. Pero todos sabemos que, con sistemas electorales proporcionales ―el catalán con la solera de ser preconstitucional―, las mayorías absolutas ya no son de ese mundo; ni siquiera de las suficientes. Ni siquiera para los herederos de antiguas mayorías (casi)absolutas.

Sabiendo todo eso, Junts per Catalunya está en el Govern con Esquerra. Un Govern que preside Esquerra. La antigua Convergència sí que estaba acostumbrada a los gobiernos de coalición. Acostumbrada a aligarse con la extinta y multimillonaria deudora Unió en una relación de uno a cuatro. Estas coaliciones, para decirlo en palabras de la época, sí que molaban. Ahora, que sus herederos, en todo o en parte, son la fuerza menor de la colación actual, ya no mola. Pero fuera del gobierno, bajo el frío de la intemperie de una oposición en la que, mira por dónde, tampoco serían mayoría, parece que todavía mole menos. Al fin y al cabo, ya no se puede identificar una determinada concepción de Catalunya con un determinado y exclusivo partido, aquel que se hacía llamar en Madrid con toda impropiedad Minoría Catalana.

Hay que reconocer, sin embargo, que JxCat ha alcanzado un hito políticamente importante: formar parte del gobierno, la mitad del gobierno y, al mismo tiempo, hacer oposición a este gobierno. Soplar y sorber a la vez. Eso tiene como primera consecuencia que Illa y los suyos no estarán muy contentos: su gobierno en la sombra pinta con este panorama mucho peor que el que describe Polònia en sus gags.

Los miembros del Govern de Junts trabajan en relativa buena comunión con sus colegas de Esquerra en la Generalitat. Es una muestra ya acrisolada en Europa de gobiernos de centro-izquierda. Por lo tanto, no sería de buena educación que los consellers juntaires marcaran a sus aliados gubernamentales. No se puede soplar y sorber a la vez.

Hay que reconocer, sin embargo, que JxCat ha alcanzado un hito políticamente importante: formar parte del gobierno, la mitad del gobierno y, al mismo tiempo, hacer oposición a este gobierno

Sin embargo, han encontrado la solución. Dejando de lado alguna nota disonante de algunos diputados, disonancias permitidas por las reglas coalicionales, quien marca al gobierno son dos pesos pesados de JxCat que no están en el Govern: la presidenta del Parlament y la subjefa de la oposición en el Ayuntamiento de Barcelona, pero portavoz de JxCat.

Tanto Borràs como Artadi lanzan críticas, anatemas o ponen hitos al Govern ―entendido, en este contexto, ¡sólo como gobierno de Esquerra!―. Censuran agriamente sus pasos, los objetivos desviados, incumplidos o definitivamente equivocados, recuerdan que no cumplen los pactos de gobierno que ellos no han firmado, sino que ha firmado Esquerra con otra formación, la CUP, que a las primeras de cambio, se ha salido por la tangente y ha dicho niet a los presupuestos. También es bueno recordar que quien consiguió acercar, sin firmarlo, a este pacto a JxCat y formar gobierno fue su secretario general, Jordi Sànchez, voz que ahora no oíamos demasiado.

En vez, pues, de unidad, la unidad que es un instrumento decisivo de fuerza: soplar y sober al mismo tiempo. Y así estamos.

Como no hay que ir buscar los problemas, sino que ya estos llueven generosamente, ahora tenemos el último ―y no pequeño― con la sentencia del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya ―no como erróneamente se dice del Tribunal Supremo― que obligaba a una escuela de Canet, Turó del Drac, a hacer el 25% de su docencia en castellano. Sin dejar de lado el ataque frontal que este diktat judicial sin base real supone contra el catalán y el éxito de la inmersión lingüística (dos lenguas y una sola comunidad), la presidenta del Parlament, fuera de su ámbito de actuación, lanza al Govern de la Generalitat ―integrado por la mitad de sus correligionarios que no han abierto la boca― que tiene que intervenir a la mencionada escuela y llevar a cabo su proyecto docente.

No es necesario entrar en los hipotéticos acierto político y viabilidad técnica de la propuesta (¡una especie de 155 escolar autonómico!). Lo que sí que es necesario es resaltar que el ataque al Govern de la Generalitat ―como si JxCat no estuviera― es frontal.

Ahora bien, la manifestación prevista para el próximo 18 de diciembre en Barcelona bajo el paraguas de Som Escola no contará con la presencia del PSC. Podría ser porque no es una manifestación unionista. Pero no, no es este el motivo. El motivo es la celebración de su congreso. También ha quedado claro que los socialistas no quieren politizar las cosas, por prudencia, parece. Lo ha dicho la presidenta del PSC, Núria Marin, casualmente, presidenta de la Diputación de Barcelona gracias a los votos de JxCat. Ante esta negativa y sus razones, los juntaires no han abierto boca. Ningún reproche ni respetuosa solicitud de reconsideración. En todo caso, lejos, muy lejos, queda el espíritu inequívocamente catalanista de la manifestación del 10 de julio de 2010.

En resumen, como queda patente, soplar y sorber es imposible. Al final, queda más líquido en el suelo que en el vaso. O dicho bíblicamente: quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Con todo eso, lo que salta por los aires es el derecho fundamental de los ciudadanos al buen gobierno y tiene como consecuencia la desafección popular. Después no nos quejemos de los populismos. Lo que hay que hacer es ir a lo real: o soplar o sorber. Y si es al unísono, mejor que mejor.