¿El independentismo atraviesa, como se afirma en el seno del unionismo, una desaceleración y un retroceso? Depende. ¿Ha triunfado el unionismo en Catalunya y ha desaparecido el problema catalán? De ninguna manera. Así pues, el independentismo no ha decaído.

El independentismo está en stand by. Seguramente estará así mucho tiempo. Demasiado para los que tenían prisa y para los que iban de farol. No tuvieron en cuenta –creo que, sinceramente, por ingenuidad y no por mala fe– que el independentismo, a pesar de sus innegables e imborrables éxitos, que se enfrentaban a la decimotercera potencia mundial y a la cuarta de Europa –pronto la tercera.

Digo que los éxitos del independentismo son innegables e imborrables por el hecho de que una observación desapasionada de la realidad así lo demuestra: no ha dado ningún resultado la represión policial, judicial, institucional, económica... saltándose normas, incluso la sacrosanta Constitución, y haciendo ridículos clamorosos, tanto personales como de marca.

El independentismo está en stand by porque tiene que tomar aliento. Tomar aliento quiere decir plantear nuevas estrategias, reorientar los medios, seguramente con cambios graduales de personas y reordenarse de cara a algunos puntos culminados de la represión como será la, dicen, inminente sentencia del TS sobre el procés.

El independentismo habrá pecado de ingenuidad, de buenismo incluso. En realidad ya lo ha hecho. Pero el Estado ha fracasado de lleno en el apaciguamiento de Catalunya. La nueva contienda electoral apunta a que en Sinera los partidos mal autodenominados constitucionalistas tenderán a la irrelevancia. Como en el País Vasco.

Porque, si como dicen los críticos, el indpendentismo era un farol o un castillo en la arena de la playa, el poder de la decimotercera potencia del mundo no se ha impuesto a Catalunya. Debido a una sencilla pero pavorosa razón: la decimotercera potencia del mundo, bajo la etiqueta errónea de constitucionalismo, no ha hecho política. Ha llevado a cabo una represión institucional y mediática sucia, fea e ineficaz. Todos los estudios demoscópicos apuntan hacia la mencionada irrelevancia electoral de los que no ofrecen ninguna solución política por Catalunya.

Si, como he apuntado, no fuera mala cosa un cambio de caras en el terreno del independentismo para afrontar con seriedad, perseverancia y perspectivas de éxito la nueva y larguísima etapa que se nos acerca, el unionismo constitucionalista tendría que hacer mucho más que un cambio de caras o un simple lavado facial.

Todo lo que no sea hacer política está abocado al fracaso: el incremento de la represión no producirá ningún éxito. Producirá dolor, pero no éxito. Un problema que dura desde hace más de 300 años tendría que hacer pensar a los represores por naturaleza.

Pero hacer política parece que no es la actividad preferida –puede ser por menosprecio, por desconocimiento, por indolencia ...– de la dirección oficial española. La prueba radica en un hecho palmario: no hacen política ni entre los diferentes reinos de taifas del unionismo satisfecha, pero erróneamente, constitucionalista. Cuatro elecciones en cuatro años es más que la prueba del algodón: es el elefante en la habitación.

Primero de todo, tendrían que darse cuenta de que Constitución hay una, pero como pasa con las leyes, especialmente las buenas, interpretaciones puede haber muchas, que con el paso del tiempo estas interpretaciones cambian y que no hay mal que cien años dure. Tampoco ninguna constitución originaria.

Así pues, mientras no hagan política y se saquen de encima complejos y erróneas percepciones, es decir, analicen correctamente la realidad y estén dispuestos a la transacción, fracasará la represión como actividad política. Y superado el estado de stand by actual, el independentismo volverá a acelerar su crecimiento. O parafraseando una cita atribuida falsamente a Zorilla: "los independentistas que ustedes matan disfrutan de buena salud".