La tranquila y pacífica convivencia cívica en Catalunya saltó por los aires a primera hora de la tarde del pasado 17 de agosto, ahora hace casi un año. Un cruel atentado terrorista ―¿hay alguno que no lo sea?― nos despertó de repente de la siesta de los privilegiados del mundo.

El próximo viernes celebraremos el primer aniversario. Como siempre, una multitud de políticos y cortesanos quieren sacar provecho de ello. Tendrían que recordar que la demagogia con las víctimas, parasitándolas a diestro y siniestro, se paga. Sólo hay que llevar dos datos a la memoria al respeto. El primero, la frase de Gemma Nierga al final de la manifestación de repulsa por el asesinato de Ernest Lluch, el 23 de noviembre del 2000. Gemma Nierga, ante la sangría insoportable del terrorismo etarra, afirmó: "Ustedes que pueden, negocien, por favor". La segunda: la foto de la cabecera oficial de la manifestación en París, el 10 de enero del 2015, ampliamente contestada, es muy indicativa: mezcla de dirigentes democráticos con sátrapas impresentables. El je suis Charlie quedó muy tocado.

Ahora con el aniversario del 17-A lo importante para el oficialismo es que el Rey sea el centro de la celebración. Recordar, nuevamente, dos cosas. El 17-A, a 25 minutos de avión comercial ―estaba en Palma―, no se dejó ver en Barcelona hasta la mañana siguiente, aunque a la medianoche, casi 8 horas después de los hechos, ya estaba. Nunca se ha aclarado el contenido del lapso de tiempo. Vuelvo a repetir, estando a 25 minutos de Barcelona. Llegó antes un tuit de pésame de la policía de Nueva York que la presencia del Rey.

Ahora con el aniversario del 17-A lo importante para el oficialismo es que el Rey sea el centro de la celebración

La otra cuestión es sobrera recordarla: el discurso del 3-O. Fuera cuál fuera su intención y la de los que le hacen/marcan los discursos, la mayoría de catalanes, independentistas o no, se vio desahuciada del constitucional poder arbitral del monarca. Aquel día Felipe VI contribuyó decisivamente a ratificar el análisis de Iñaki Gabilondo, en diciembre del 2013: Cataluña se va.

Dentro de este contexto, de desconfianza hacia los políticos que tienen una carrera de apropiación demagógica de las víctimas, hacia una sospecha de oscuras vinculaciones entre las cloacas del Estado y bandas criminales de las cuales el Estado tendría que defender los ciudadanos y hacia un oficialismo que se ha añadido al maltrato mediático, político y judicial de amplias capas de los catalanes, ¿quién puede esperar, cuando menos, un recibimiento meramente tibio al jefe del estado, puesto que por estas capas sociales encarna por méritos propios el antagonismo vigente?

Afirmar que el Rey ha tendido puentes no pasa de ser una mentira piadosa hacia el monarca. La realidad es percibida por estas regiones muy lejos de esta afirmación.

¿Eso quiere decir que hay que rechazar o boicotear la presencia del Rey en los actos del 17-A? Más bien son caminos separados. La oficialidad, por un lado, con su ansia de capitalización del luto de todos. La ciudadanía por otra, manifestando su luto cívico y pidiendo responsabilidades.

PS: Hasta septiembre. Siempre presente que la libertad de los presos políticos y el archivo de las causas penales sin base es una exigencia democrática elemental.