En la crisis de la Covid-19 se ha convertido en todo un cliché mostrarse sorprendido por la falta de liderazgo de los políticos españoles. Comparando a Sánchez con Johnson, Macron, Merkel, Costa o el mismo Conte, el premier español no aumenta su popularidad ni puede esperar, igual que el resto de partidos —salvo los ultraderechistas—, un reforzamiento sólido de su popularidad ni de sus expectativas de voto, de acuerdo con el sondeo hecho público este semana por el Gesop.

Una vez más, la deriva española es diferente de la europea: más allá de los Pirineos la crisis ha fortalecido a los líderes; en España, no, los deja igual. La respuesta podría ser el eterno "Spain is different". Pero eso no dice por qué, por lo menos en este terreno, es diferente. Si la popularidad no crece ni se consolida, es porque no se genera suficiente confianza. Viendo las ruedas de prensa del mismo Sánchez, las de sus ministros, las de sus técnicos, las de sus uniformados con sus anticuadas metáforas y su impostada planta marcial, no se puede decir que generen mucha confianza. ¡Vae victis, dir coms!

De entrada, esta sería la primera causa de la diferencia: la incapacidad para comunicar con unos mensajes comprensibles. Para serlo, tienen que ser breves, estableciendo las tesis centrales y no pronunciar discursos a la cubana, largos, tediosos y argumentalmente flojos; son, al fin y al cabo, poco efectivos.

Se podría decir que, vista la disciplinada respuesta de la ciudadanía, el discurso político sí que ha calado: el confinamiento, desde el punto de vista social, es un éxito en todas sus versiones, más o menos sometidas a los criterios económicos, es decir, al ídolo de oro.

Según mi opinión, el discurso político ha tenido muy poca incidencia sobre la responsable disciplina de la ciudadanía. La ciudadanía no es estulta y ha entendido —además de tener memoria histórica, social y cultural— que el confinamiento es la condición necesaria para detener la pandemia. Pero es que sobre la ciudadanía han incidido otros mensajes, singularmente los de la ciencia. La multitud de especialistas altísimamente cualificados que han emitido mensajes de tranquilidad, de seriedad y de necesidad de determinados comportamientos, ha configurado mucho más la conducta ciudadana que los más bien deplorables mensajes políticos.

La cuestión no es tanto cuál fue la percepción inicial, sino cuál y cómo fue la rectificación hacia una solución provechosa

Y como la ciudadanía no es imbécil, ha comparado los dos mensajes recibidos, el político y el científico. Con la comparación ha quedado patente algo muy relevante: las dudas de los que equiparaban silla oficial con liderazgo, dudas consecuencia también de muchas de sus incapacidades, han salido perdiendo.

Ciertamente, nadie esperaba —ahora poco importan las causas— una pandemia como la que sufrimos, ni ciudadanos, ni políticos, ni científicos. Pero los científicos reaccionaron mucho antes, rectificando o reorientando su discurso. La cuestión no es tanto cuál fue la percepción inicial, sino cuál y cómo fue la rectificación hacia una solución provechosa.

Con esta reorientación, los políticos, de poco calado —todo se tiene que decir—, quedaron como en choque. Por eso, la política hispana quedó a remolque no siempre fiel, de los científicos, como excusa o coartada, con respuestas pastosas, llenas de grumos.

Un gobierno débil, que no se cree que es gobierno, atacado por una panda de insolventes provocadores y que no hace caso de los avisos, interesados o no, que apuntan a una realidad más precisa, que tiene que ir corrigiendo el rumbo sin cesar. Con este panorama, generar credibilidad es prácticamente imposible. Los crispadores confían en que, con el desbarajuste, finalmente, la opinión pública se fijará en ellos. Pero ya tienen acreditada su crueldad y su malevolencia: en la última crisis pagaron justos por pecadores.

Con este panorama, que ningún líder pueda merecer esta consideración no es una casualidad, sino una consecuencia. Así pues, volvemos, con respecto a la ciudadanía, a una casilla anterior, a la casilla del post-2011 que dio a luz al 15-M en todos los sentidos posibles. Pasamos pantallas, pero... en carrusel.

¿Por qué? Pues, porque no es tanto que no haya líderes, que no los hay, sino que la política no da respuestas y la ciudadanía querría, porque las quiere siempre, soluciones. El panorama está abierto. En piezas anteriores hablaba de que la sociedad podría empoderarse. Ahora encontrará unas buenas condiciones para hacerlo.

El interrogante, nada fácil de responder, es hacia qué dirección lo hará: hacia el autoritarismo o hacia una democracia más real. Ningún líder, que ni está ni se lo espera, nos puede dar la respuesta. La respuesta, dijo Dylan, está en el viento. Personalmente, confío más en nuestros conciudadanos que en fenómenos meteorológicos, aleatorios al fin y al cabo y políticamente banales.