A pesar de la fecha, no hablaré de fútbol —el título, quizás, da luz de gas. Si, como espero, hemos ganado, fantástico: gozo, familia, amigos, cava y calorías a barullo (en la medida de las posibilidades de cada uno). No es día para acelgas. Si perdemos, pues igual, la verdad: no vamos a tirar lo que hemos preparado para recibir a amigos y familia.

Hecha esta advertencia, paso a referirme al tema del proceso del proceso. Esta ha sido una semana rica en desbordamiento de absurdidades de todo tipo. Una cosa ha quedado clara: el partido —la causa judicial— ya no se juega, como sería normal, entre dos partes, sino entre los perseguidos y los árbitros, lo cual es una aberración. Solo unas pequeñas muestras de estos ocho últimos días.

En primer lugar, como pórtico, el instructor del TS (Tribunal Supremo), tanto en el auto de procesamiento del 23 de marzo como en el del viernes 12 de abril, cuando denegó que el diputado Sànchez, a pesar de tener todo el derecho político intacto, fuera al Parlament para defender su candidatura a la presidencia de la Generalitat, se constituye en víctima de la causa que instruye, algo que lo descalifica como juez imparcial: su postura queda literalmente patente en cada uno de los mencionados dictados: "El relato de la estrategia que sufrimos".

En segundo término, se levanta la inefable resolución de la sala de apelaciones del TS del 17 de abril. El objeto de la resolución judicial era confirmar o denegar la negativa de una petición anterior del diputado Jordi Sànchez para acudir al Parlament en calidad de candidato a la presidencia de la Generalitat. De 38 folios dedica menos de seis a la petición, que deniega con la habitual ausencia de fundamentación.

El instructor del TS se constituye en víctima de la causa que instruye, algo que lo descalifica como juez imparcial

¿A qué dedican los magistrados el resto de folios? Pues a decir de todo menos guapos a los magistrados del Tribunal Superior de Schleswig-Holstein. Su menosprecio culmina con una frase que habla por sí misma: "En cualquier caso, parece contradecir los parámetros propios de lo razonable que el Tribunal alemán homologue un supuesto de hecho ocurrido en Alemania, consistente en unas revueltas organizadas por un líder de una iniciativa ciudadana que convocó a miles de personas con el fin de evitar que se ampliara la pista de un aeropuerto de Fráncfort (Estado de Hesse), con un proceso separatista de una Comunidad Autónoma de más de siete millones de habitantes" [negrita añadida].

Quizás por el hecho de no conocer suficiente el alemán, por el derecho de la república federal o por errores de traducción, la decisión teutona no dice eso ni lo argumenta así. Sin embargo, aunque lo hiciera —que ni de lejos no lo hace—, el ataque al tribunal del septentrión frisón tiene como efecto no poder afirmar que hoy los dos tribunales sean más amigos que ayer. Sentido de la oportunidad, se llama. El Tribunal Supremo, como suele ser demasiado frecuente, más atento al adjetivo que al sustantivo, lanza esta colleja a los colegas de aquellos ventosos páramos en un auto que no tenía nada que ver. Puro desfogue gratuito de resentimiento.

Para acabar de arreglarlo, la malversación, sobre la que los alemanes han pedido aclaraciones, parece cada día que pasa más insostenible. Dejando de lado aspectos muy técnicos que ahora no tocan, lo cierto es que 1) en ningún sitio se afirma que se hayan gastado con cargo al tesoro público tal o cual cantidad. El auto de procesamiento, errores aritméticos aparte, dice que "Los gastos públicos, que necesariamente habían de realizarse o comprometerse para la realización del referéndum que convocaron los integrantes del Gobierno, conforme a la evaluación hasta ahora practicada, son..." [sigue un pequeño listado]. Es decir: está redactada en modo potencial, un recurso literario para expresar una hipótesis, no una certeza. 2) Esto sale de atestados de la Guardia Civil, un cuerpo policial no experto —no es competencia suya— en el análisis de la compleja contabilidad pública, que no es la del pequeño taller de la esquina. 3) Estos atestados, que no prevén trazar íntegramente las finanzas públicas —desde la asignación de una partida presupuestaria hasta la entrega efectiva del servicio—, contradicen, como ha queda demostrado una vez levantado parcialmente el secreto del sumario, las certificaciones de la interventora general de la Generalitat. Recuérdese que, desde 2015, hay que entregar semanalmente el estado del presupuesto, periodicidad que se aceleró después de septiembre de 2017 y que ahora, después del 155, ya está en manos del gobierno español.

Para el instructor vale más una suposición de la Guardia Civil que los datos de los servicios profesionales que se encargan de la materia

Y en cuarto lugar, que el asunto no acaba aquí, el gobierno monclovita ha mantenido siempre, desde Montoro hasta Rajoy —y últimamente el propio Consejo de Ministros en su comunicado del día 20— que no se ha destinado ni un solo euro público al 1-O. Descolocado, el instructor emite una insólita requisitoria personal y directa a Montoro, así: "Requiérase al Excmo. Sr. Ministro de Hacienda, D. Cristóbal Ricardo Montoro Romero, a fin de que informe, a la mayor brevedad posible, sobre el concreto soporte objetivo de tales afirmaciones" [de no haber cargado ningún euro al presupuestos para el 1-O].

Es una insensatez catedralicia bajo todos los puntos de vista. Para el instructor vale más una suposición de la Guardia Civil —¡la proscrita jurisprudencialmente pericial de inteligencia!, que por naturaleza carece de suficientes conocimientos técnicos— que los datos de los servicios profesionales que se encargan de la materia. Sin embargo, desde el punto de vista alemán, belga, escocés y suizo, es un caramelo para hacerse el sordo (en catalán, fer-se l'orni, y allí sí saben qué es o quién es Orni) y pasar de euroórdenes y otros requerimientos con cortesía y fundamento idénticos.

O sea, que solo con estos pocos puntos, esta semana ha quedado marcada en la historia de los desbarajustes jurídicos, que pasarán a ser estudiados a las facultades de Derecho —el derecho, a pesar de eso, perdurará. Y una vez aprendidos, se emplazará vehementemente a los alumnos a no llevarlos nunca, pero nunca, a la práctica.

Los malos hábitos, para evitarlos, hay que conocerlos.

P. S.: ¡Campeones!