El sábado pasado preguntaba si había alguien en su sitio. Me sorprendía que, con la que está cayendo, nadie diera la cara ni anunciara medidas de fondo, no sólo energéticas, y más ante la situación de alta tensión social que estábamos viviendo por todas partes. Ahora parece que sí que había alguien, pero más bien tímido y necesitado de tutela, la de la UE.

Así, en un desayuno informativo, el premier Sánchez anunció un rosario de medidas: 20 céntimos por litro de rebaja para todo el mundo que cargue combustible en una gasolinera, varias bonificaciones en función del vehículo que se utilice profesionalmente, reactivación de los ERTE con el fin de no despedir a nadie, limitación durante 3 meses del incremento de la renta de los inquilinos hasta el 2%. Posteriormente, hemos sabido que también está al caer una nueva fiscalidad sobre el precio final de la luz, rebajando algún impuesto y quitando otro, pero, sobre todo, que esta próxima rebaja para los bolsillos de los usuarios finales se notaría con el tope del precio del gas.

Al silencio de Sánchez le ha seguido una breve sobreexposición: proclama a los cuatro vientos la excepción ibérica conseguida en la UE, pudiendo así fijar un tope al precio del gas en la cesta global de las energías. A continuación, anuncios a bombo y platillo de las medidas más arriba relatadas en un encuentro organizado por Europa Press y McKinsey el lunes pasado.

Bajar impuestos, cuando todo el mundo pide ayudas y se incrementa el déficit, nada de nada: es tan ilógico como imposible

Era necesario que el líder diera la cara y diera soluciones. Lo hizo en un lugar inadecuado en una democracia avanzada. Difundió las buenas nuevas en un encuentro informativo-empresarial. Ni en la Moncloa, en una rueda de prensa o en una retransmisión televisiva al país. Ni, dada la trascendencia de la situación actual, en el Parlamento, previa negociación, como mínimo, con los partidos de la investidura y, en consecuencia, entrando en debate con los diputados. Este rehuir el debate donde se debe hacer, es uno de los lastres de la defectuosa democracia, según los evaluadores independientes

No entraremos ahora en la forma artificiosa con la que se fija el precio de la luz ni en el margen de aceptación por parte de la UE del tope del precio del gas en esta determinación. Además, como la propuesta tiene que ser ibérica, es decir, conjunta con Portugal, tenemos que esperar a la formación de gobierno en Lisboa. O sea, que fácil no lo parece y rápido ―los precios nos comen―, tampoco. Tenemos que esperar a la propuesta y a su éxito.

Otra medida que se diría necesaria, dado que tenemos una inflación próxima al 7%, sin una subida correlativa de los salarios ―sí, sin embargo, y mucho, la de los beneficios― viene dada por el tope del 2% de incremento de la renta, durante tres meses, en las renovaciones de los alquileres. Eso ha sido combatido por los ortodoxos habituales, a los cuales se les ha añadido el presidente de la CEOE clamando en favor de las viudas ―sesgo sexista― que tienen como único complemento de su pequeña pensión la renta de un alquiler; como si el resto disfrutara del cuerno de la abundancia. Al margen que las viudas, por el hecho de serlo, no se integran en la CEOE, resulta un argumento un tanto demagógico. Ciertamente, puede haber casos de cierta estrechez, pero no más pequeña es la del inquilino. La norma prevé que con los pequeños propietarios ―menos de 10 pisos― se puede pactar por encima del 2%: la habilidad negociadora se impone, especialmente, para los que creen en el libre mercado. De todos modos, nadie se quejó cuando, con un IPC de más del 7%, los alquileres se pusieron por las nubes sin hacer nada. O sea, ganancias caídas del cielo.

Estos pueden constituir, según mi opinión, la fuente tributaria para aliviar el déficit fiscal: gravar los beneficios caídos del cielo, no los de las viudas, sino en especial los de las compañías energéticas. Son beneficios caídos del cielo porque no se ha hecho nada para obtenerlos: sólo esperar los caprichos del mercado. Ahora, la guerra de Ucrania, que, por cierto, hace más de un año que ya se estaba preparando, dada la evolución de los precios.

Bajar impuestos, cuando todo el mundo pide ayudas y se incrementa el déficit, nada de nada: es tan ilógico como imposible. O sea, que someter la aprobación parlamentaria de las medidas gubernamentales a una bajada de impuestos es o ilusión o mala fe directamente. Duros a cuatro pesetas no ha habido nunca. Y esto es lo que los partidos extremistas piden: ajustes sin impuestos. Pura demagogia.