Después de reprimir, golpear, insultar, amenazar y provocar la huida de empresas de Catalunya, ahora los políticos unionistas manipulan a la gente de buena fe con la demanda del diálogo, que para el PP, el PSOE y Cs significa olvidar los resultados del referéndum del 1-O.

Los partidos unionistas ya no pueden esconder el resultado de la votación del 1-O, el propósito decidido de millones de catalanes que, por encima de toda coacción, quieren que el Parlament tome el camino de la independencia.

PP, PSOE y Cs han tocado generala para manifestarse pidiendo diálogo y el tiro les ha salido por la culata. Por todas las ciudades del Estado donde ha habido manifestaciones con camisa blanca ha aparecido una crítica implícita al inmovilismo centralista de los partidos unionistas. No les ha servido de nada arriar la bandera española y presentar el constitucionalismo como arma de disuasión. Los manifestantes, pidiendo diálogo, implícitamente denunciaban, quizás sin darse cuenta de ello, la violencia de un Estado sordo y ciego que ha dejado de lado derechos fundamentales y democráticos.

Es errónea la lectura del hecho independentista por parte del PP, donde el "a por ellos" ha traspasado fronteras y conciencias. Vergonzosa la de un enloquecido Rivera, que solo exige más represión. Patética la expresión de un superado Iceta del PSOE, el que ha matado al PSC, que después de ser cómplice de la violencia más estéril, ahora, escondido detrás de una camiseta blanca, no tiene vergüenza de afirmar que son posibles "todas las ideas desde la tolerancia, la convivencia y la libertad". Pedro Sánchez haciendo de monaguillo de Rajoy es la viva imagen de la ambigüedad más falsa.

Es bueno recordar que Francesc Macià dialogó de tú a tú, de igual a igual, a partir del triunfo de la fuerza de la gente, el 17 de abril de 1931, con ministros republicanos que vinieron con urgencia de Madrid, en un viaje en avión, entonces un hecho nada habitual. Pactó un autogobierno que fue manoseado en el Parlamento español, que mintió al pueblo de Catalunya.

Hoy, un camino similar de negociación es imposible. Las propuestas hechas desde los grupos parlamentarios fueron rechazadas de raíz, una y otra vez. La Constitución Española ha sido usada como un arma contra las demandas repetidas del pueblo de Catalunya, usada de forma agresiva y represora.

La gran mayoría del pueblo de Catalunya, el que ha podido hacerlo, lo ha dejado bien claro: quiere la independencia.

La independencia de Catalunya es una gran oportunidad para acabar con los males atávicos de una España ensimismada que no entiende que en el siglo XXI los países son realidades a partir de la libre voluntad de la población que los forma.

La demanda de diálogo nunca puede ser una argucia o una trampa. El hablar de los gobernantes es una actitud correcta, asertiva y positiva. Sí, será necesario dialogar después de que Catalunya dé forma a la valerosa votación de la gente. Un diálogo donde será bueno que desde el unionismo se entienda que el independentismo es transversal, amplio y diverso. Que quiere tratar con España desde la libertad, la igualdad, el respeto mutuo.