Cojo tal cual una noticia del 16 de abril del 2016: "Miquel Bernard, secretario nacional y líder de Manos Limpias, y Luis Pineda, presidente de la Asociación de Usuarios de Servicios Bancarios (AUSBANC), han sido detenidos por extorsionar a instituciones y personas, a las que supuestamente exigían grandes cantidades de dinero a cambio de retirar las querellas que habían presentado contra ellos. Entre las víctimas de los chantajes figura, según fuentes judiciales, la infanta Cristina de Borbón. Manos Limpias reclamó a la defensa de la hija de Juan Carlos I tres millones a cambio de retirar la acusación contra ella en el caso Nóos".

O sea, la muy enriquecedora carrera (económicamente hablando) del autollamado sindicato Manos Limpias duró mientras los extorsionados eran indepes, izquierdosos y otra gente molesta. Pero fue pisar zona azul y, ¡PATAPAM!, entonces se cayó todo. Y rápido. Gracias a la Infanta (o por culpa suya) se fue al carajo un negocio que hasta entonces se había llevado a cabo con total impunidad. Y, sobre todo, con unas connivencias en ciertos aparatos del Estado que eran necesarias para que todo aquello fuera posible.

Pero aquí pasa como en los aparcamientos de los centros comerciales los sábados por la tarde, a la que queda libre un sitio, enseguida es ocupado por otro coche. Y el coche que ha ocupado el espacio dejado por Manos Limpias se llama VOX.

VOX y Manos Limpias tienen, básicamente, 4 cosas en común: 1/ VOX dice que es un partido político, como Manos Limpias decía que era un sindicato, aunque no tenían un solo delegado, cosa que es un éxito realmente destacable, 2/ Los dos son de ultraderecha, 3/ Los dos aparecen en los mismos tipos de casos judiciales y 4/ En los dos casos, su funcionamiento plantea la misma pregunta, ¿y esto quién lo paga?

A Manos Limpias las misas le salían de los chantajes, pero no consta que VOX se dedique a ello. Por lo tanto, estamos ante un misterio muy misterioso. ¿De dónde sale la pasta? Porque presentarse en varios procesos judiciales vale dinero. Y los recursos valen dinero. Y los abogados. Y los procuradores. Y los viajes. Y la infraestructura. Y la organización que les permite estar presentes en la red. Pero su representación pública, inexistente, no les genera ingresos. De hecho tiene un sólo alcalde y en un pueblo donde sólo se escoge un concejal...

Y en las generales, en Catalunya obtuvo 197 votos y en España llegó a los 46.781 sufragios.

 

O sea, la maquinaria judicial española gira en torno a las vicisitudes que mueve alguien que, a pesar de la publicidad gratuita que genera su aparición diaria en los medios de comunicación, no llega a los 48 mil votos y nadie sabe de qué vive.

Un fenómeno realmente sorprendente que pronto se estudiará a las más prestigiosas escuelas de negocios. Y de ilusionismo.