Es como aquello del plátano: uno al día, como mínimo. No paramos de recibir noticias sobre reconocimientos a personas que participaron en la Operación Piolín. Un miércoles es una medallita a no-se-quien. Un jueves es un reconocimiento a no-sé-quá. Un viernes es una condecoración a no-sé-quiyá. El pasado sábado fue el ministro del Interior Grande-Marlaska otorgando la medalla al mérito policial al señor Sebastián Trapote, comisario de la policía española, ya jubilado, y el encargado de dirigir el dispositivo contra el referéndum del 1 de octubre. Una medalla que implica un aumento del 10% de su pensión vitalicia.

Ah, y de propina, medalla para el fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Jesús Alonso. ¡Que no falte de nada!

Y ahora usted se preguntará: "Qué han hecho estos dos señores para recibir este reconocimiento"?. Bien, la medalla se otorga a quien "ha sido herido en acto de servicio" o bien a quien "ha realizado un acto con un alto valor". No hay que ser muy espabilado para saber que de heridas, ellos, pocas. Por lo tanto, la respuesta correcta es la número dos. Y "el acto de alto valor" del que hablan es el 1 de octubre. Básicamente porque no hay ningún otro que tenga para el Estado tanto valor como este.

Pero, no se vaya todavía, que tenemos más.

Ahora hemos sabido que 539 policías y guardias civiles de los que se dedicaron a pegar a gente indefensa vestidos de robocob, recibirán una medallIta por "haber actuado con honor y lealtad en la defensa de la unidad territorial de España". Será el próximo sábado en Orihuela (Alicante) durante un acto organizado por la Real Orden de Caballeros de San Cristobal. Posteriormente realizarán actos parecidos en otros lugares y para todos los efectivos que se vayan apuntando.

Sí, porque la cosa funciona de esta manera, quien quiere medalla la tiene que solicitar. Resulta que esta orden, privada, decidió instaurar el reconocimiento y los agentes se tienen que poner en contacto para decirlos: "Hey, que yo estuve". Una vez comprobado que, efectivamente, estuvieron en Catalunya, "a por otro, a por otro, a por otro medallín, que recibirá otro piolín".

Pero después todavía faltan las medallas oficiales. Las del Estado. En enero supimos que el ex ministro Zoido había encargado 12 mil, pero no hemos sabido nada más. Y ya han pasado ocho meses.

Un servidor hace días que se apunta todas las cifras de medallas dadas. Porque, si de lo que se trata es de premiar a todo el mundo que estuvo, quiere decir que al final serán tantas medallas, tantos piolines. Si dan 1000 medallas, querrá decir que hubo 1000 piolines. Si aparecen 12 mil medallas, serán para 12 mil piolines. Matemática pura. Sí, porque no sería lógico medallar unos sí, y los otros no.

Y, ¿sabe por qué los cuento? Según cifras oficiales, la Operación Piolín nos costó 86 millones de euros, un precio muy ajustadito, por cierto. Si incluyeron 12 mil agentes no es lo mismo que si hubo 500 o mil. Y si al final, resulta que esto de los 12 mil piolines no fue ni de broma, alguien tendrá que explicar en que se gastó exactamente un dinero que no fué a parar a tanta gente como nos dijeron y entonces tendrán que explicar hasta donde y hasta quién llegó el reparto. Porque, según los propios piolines explicaron, no se los gastaron ni en croquetas ni en mantequilla. Y de algunas cosas que hemos visto y leído, no me salen los números.