Este sábado por la noche la actriz Victoria Abril fue al programa La Sexta Noche. Para repetir lo que ya había dicho horas antes sobre la COVID y que, para resumir, sería que no se cree nada y que la vacuna se la administre el señor Zeneka, cuñado de Astra y vecino de la señora Pfizer. O sea, nada nuevo que no supiéramos. Naturalmente no me interesa nada de nada lo que manifestó. De hecho no vi la entrevista, pero me interesa mucho esta entrevista. ¿Contradictorio? No, no me interesa el contenido sino que se haya producido. ¿Por qué? Porque permite hablar nuevamente de libertad de expresión. Y en este caso adaptada a la responsabilidad colectiva.

¿Tiene derecho la actriz Victoria Abril a decir lo que quiera sobre la COVID? Naturalmente. Ella y todo el mundo. Y allá ella y allá todo el mundo. Las opiniones son libres, cosa que no quiere decir que todas las opiniones sean respetables. Como en el caso que nos ocupa. Victoria Abril es famosa y, por lo tanto, lo que dice tiene una trascendencia que hace que llegue a mucha gente. Y esta fama puede hacer que las barbaridades manifestadas por ella sean más creíbles. Y a partir de aquí está donde termina la responsabilidad del famoso, que en su casa puede seguir diciendo lo que le plazca, y empieza la del resto de la sociedad, en este caso representada por los medios de comunicación.

Si un famoso va por el mundo diciendo que la Tierra es plana, pues mire, incluso hace reír, pero no pone en riesgo la vida de nadie. Y si un programa de TV cree que es una buena idea entrevistarlo para que lo diga, la cosa no pasa de un entretenimiento basado en la incultura del personaje y sin más consecuencias. Pero si uno famoso afirma que para curar el cáncer, nada de las unidades de oncología sino que el único remedio es una infusión de valeriana, estaremos de acuerdo en que a esta persona, por muy famosa que sea, no tenemos que darle altavoces para que excrete disparates que ponen en riesgo la vida de las personas. Y esta, creo, es la esencia del debate.

Sí, es cierto que existe la posibilidad de organizar un cara a cara entre un científico y el famoso que defiende la infusión de valeriana (o en el caso que nos ocupa no inyectarse la vacuna) y desmontarle la mentira en directo. Pero hacerlo rebaja al científico a tener que discutir con un ignorante y darle un rango que sus supercherías ni tienen ni se merecen. Aparte que los investigadores tienen cosas más importantes que hacer que discutir con idiotas.

También podemos debatir si hay que desmentir públicamente al famoso que dice absurdidades que ponen vidas en peligro. Con datos sí. Pero llevar el famoso en cuestión a un plató y darle la oportunidad que se exprese sobre una cosa que ya ha dicho en otro lugar, y que es la causa por la cual se le invita, es buscar la audiencia fácil a base de un espectáculo prescindible. E innecesario. ¿Censura? No, defensa del bien común. En este caso la salud de los ciudadanos.

Alguien con dos dedos de frente y que quiere a Miguel Bosé le aconsejó dejar de ser su propia caricatura y el cantante desapareció de los medios después de destruir su carrera para siempre. Victoria Abril ha seguido su camino. Si tiene suerte, lo dejará correr pronto y el resto de sus días se dedicará al cine. Sí, pero viéndolo desde casa como espectadora y con una mantita. Eso si no pilla el virus.