Aquello que denominaremos "España" (concepto) tiene una ultraderecha que ha existido siempre pero que a diferencia de los últimos 40 años, ahora no se esconde. Es una ultraderecha neofranquista para quien el PP de Rajoy era demasiado blando y que aprovecha que está históricamente muy consolidada y muy bien situada en puntos estratégicos del poder del Estado para reproducir su mensaje. Sólo hay que ver las profesiones y los lugares que ocupaban en la administración la mayoría de diputados de VOX hasta sentarse en el escaño. Empezando por Santiago Abascal, que toda su vida ha vivido del dinero público ocupando varios cargos, hasta Macarena Olona, responsable de la abogacía del estado en Euskadi durante muchos años. Pero esta existencia da mala imagen al concepto "España" como única realidad posible. Y hay que descafeinarla. Hace falta un contrapeso.

Que VOX se haya descarado enredándose con la bandera española hace que los defensores de la uniformidad en la fealdad nacional (los nacionalistas siempre son los otros, a mí llámeme ciudadano del mundo) busquen desde hace tiempo su correspondencia en Catalunya. Es aquello de España tiene trastienda, sí, pero Catalunya también. Problema: los unos tienen 52 diputados en el Congreso, han firmado pactos de gobierno en varias comunidades autónomas y se presentan como acusación particular en un montón de juicios y los otros son grupúsculos que no llenan un Opel Corsa. Eso no quiere decir que no haya una ultraderecha indepe, pero oigan, ¿de verdad quieren comparar un barco que transporta cuatro mil personas entre pasajeros y tripulantes con un colchón de de playa donde no cabes ni tumbado?

Y es así como de cualquier granito de arena, lamentable pero granito, construyen el desierto del Sáhara entero con forma de tesis universal. Porque necesitan elaborar la teoría según la cual hay una VOX indepe. Porque les hace falta para poder decir "lo ven, esta gente también son Salvini y Trump". Porque el siguiente paso es afirmar que "de hecho sus ideas son como las de Trump y Salvini. Porque la Catalunya indepe quiere lo mismo que estos dos. Suerte que estamos nosotros para salvarlos". Hay que dibujar los dos extremos, para aparecer ellos (y ellas) y erigirse en los salvadores (y en las salvadoras) de la sociedad. ¿Cómo? Con la poción mágica de la equidistancia no nacionalista basada en aquella otra con una receta tan famosa como la de la cola-cola y consistente en que un intolerante totalitarista coge la bandera del antifascismo y, manteniendo unas actitud fascistas nivel top, le dice a la sociedad que él la salvará del fascismo. ¡Fantástico!

Se han comprado un fuelle argumental con el cual intentan hinchar un globo de fiesta de cumpleaños como si fuera uno del tamaño de los que inventaron los hermanos Montgolfier. Pretenden conseguir el efecto timbaler del Bruc en versión ultra catalán intentando que resuene como un ejército facha lo que es un niño, UNO, tocando un tambor que le han comprado en la feria del pueblo junto con un trozo de coco, dos euros de altramuces y una dosis de antipujolismo en vena. Que esta es la otra.

Porque la coca de recapte hecha con sobras del puente de la Constitución siempre tiene que tener su toque de antipujolismo. Quien nos quiere vender grandes ideas de futuro, modernas y que sobrepasan el actual sistema lo analiza todo en base a un señor que estuvo 23 años en el poder, sí, pero que ya hace 17 que no está. ¡DIECISIETE! Fue en el año 2003, cuando hacía seis (SEIS) que Mateo Salvini ya se había presentado como candidato por una lista comunista.