Quizás es un efecto más del propio cambio climático, pero no hay que ser científico para comprobar como la derecha populista, llámele en algunos casos extrema derecha, no sólo niega el cambio climático sino que está en contra. Y eso último no me negará que es apasionante, porque es como estar a favor de que la Tierra es plana.

Ojo, y sí, soy de los que piensa que la Tierra tiene ciclos climáticos y que la existencia de Ötzi es una prueba de ello. Si hace 5.300 años un humano caminaba tranquilamente por lo que después sería un glaciar de los Alpes, su cuerpo ha estado cubierto por el hielo todo este tiempo y ahora vuelve a salir a la superficie, quiere decir que hace 5.300 años los Alpes tenían el mismo clima que ahora y que por el medio ha hecho más frío y ha nevado más. Ahora bien, sería absurdo afirmar que contaminar de la manera como estamos contaminando no afecta a la salud del planeta. Y todavía es más absurdo que eso de negar el cambio climático tenga que ver con la ideología y no con la realidad.

Y viviendo en medio de todo eso, los que no tenemos ningún interés personal en estar ni a favor ni en contra de nada, pero vemos que esto se va a la mierda y no sabemos qué hacer para evitarlo. Aparte del gran problema consistente en que no queremos renunciar a las comodidades de una sociedad acomodada donde comemos tres veces al día, tenemos Netflix y HBO, calefacción y aire acondicionado y hablamos por Whatsapp o Telegram con alguien que está en el otro lado del mundo y le enviamos un vídeo de lo que estamos haciendo en aquel preciso instante.

¿Podríamos vivir con menos? Usted y yo seguramente sí. Pero eso se lo dice a una familia de Burundi, que tiene el mismo derecho que usted y yo de coger el coche un domingo y hacer 40 kilómetros por una carretera asfaltada e iluminada para ir a comer un arroz delante del mar aprovechando el solecito que hace. Y pagar con una tarjeta de plástico o con un móvil fabricado con no-se-qué metal extraño que provoca guerras en no-se-qué país. ¿Usted y yo podemos hacerlo y ellos no porque no toda la humanidad puede tener coche?

¿Coches eléctricos? ¡Sí, claro! ¿Pero cómo generamos tanta electricidad? ¿Eliminamos los sistemas de producción que provocan CO2? ¡Claro! ¿Pero entonces, cómo la fabricamos? Hay sectores ecologistas que defienden las nucleares porque no contaminan el aire pero, ¿y los residuos altamente contaminantes que duran miles de años? ¿Y, qué pasa con las baterías de los vehículos eléctricos, que también son muy contaminantes? ¿El tren mejor que centenares de camiones en la carretera? ¡Sí, claro! ¿Pero cuando llegamos a destino, cómo distribuimos las mercancías? ¿Energía eólica? Sí, pero los territorios donde se instalan los molinos se quejan. ¿Vídeoconferencia mejor que reunión presencial? ¡Sí, por favor! Pero para poder enviar los datos a través de la red hacen falta unos servidores que se calientan y tienen que refrigerarse. Y así todo.

Oiga, y yo que sé. No tengo la solución y no sé qué hacer. ¿Comer menos carne porque producirla es muy costoso y contaminante? ¿Y qué comemos? ¿Pescado? Perfecto. Pero que sea pescado de por aquí cerca para no gastar combustible trayendo pescado de la otra punta del mundo, ¿no? Pero resulta que hemos esquilmado nuestras costas... ¿Verdura de kilómetro cero? Ya tardamos. ¿Pero quién hace de payés cobrando jornales de vergüenza?

Y volviendo al populismo de extrema derecha, ellos tampoco saben qué. Ellos, grandes defensores de los valores tradicionales (los toros y la caza) y de la vida de nuestros abuelos, tendrían que defender volver a cómo vivían nuestros abuelos, que iban a lavar la ropa al lavadero y que no tenían nevera ni lavaplatos. Y no, resulta que ellos son los que, por ideología, defienden gasto sin control y a saco "porque cuando esto de ahora explote, yo ya no estaré aquí". Lástima que sus abuelos no pensaron lo mismo de ellos y nos los habríamos ahorrado, ¿no?

Y es que realmente todo es demasiado complicado...