Ejemplo 1: Lo explicaba el martes Justo Molinero. A finales de los años 60 trabajaba de mecánico en un taller del centro de BCN y se dio cuenta de que quien hacía la recepción de los coches cobraba más. Y para allá se fue directo. Pero el dueño le dijo: "sin hablar catalán no puedes hacer este trabajo". Fue el día, dice Justo, que entendió que si quería prosperar en aquella empresa y en aquella sociedad, tenía que hablar las dos lenguas.

Ejemplo 2: La madrugada del 1 de octubre estuve en una escuela del barrio de Sant Roc de Badalona. Para situarnos, es el barrio más "complicado" de la ciudad. Paro altísimo, gran absentismo escolar, okupaciones de pisos, delincuencia, limitada cohesión social... A partir de las 5 y media, poco rato después de la llegada de las urnas, empezó a aparecer gente y se fue situando ante la reja exterior. Llovía y muchos compartían paraguas. Un chico que se expresaba en castellano le explicó a una compañera de cobijo que él no era indepe, pero que estaba allí para defender su escuela. Y entonces siguió la conversación hablando en catalán para decir que allí le habían enseñado a tener unos horarios, unas obligaciones, a valorar el aprendizaje y... a hablar en catalán. Y ahora que había conseguido salir del barrio, pero sin haber dejado nunca de sentirse parte de él, creía que estaba en deuda con aquellas 4 paredes y había venido para defender que otros chicos como él pudieran tener su misma oportunidad.

Y como estos dos ejemplos, los que usted quiera.

Pues bien, para ganar unos cuantos votos en España y alguno en Catalunya y también para intentar desbloquear la investidura, hay gente a quien no le importa negarle a los Justos y a los chicos de Sant Roc del 2018 la oportunidad de formar parte de una sola sociedad. Prefieren crear dos mundos separados por razón de lengua. Prefieren dividir. Creen que creando guetos cambiarán la tendencia al alza de lo que ellos llaman adoctrinamiento y que sencillamente es la lluvia fina de la realidad.

Para ganar unos cuantos votos en España y alguno en Catalunya y también para intentar desbloquear la investidura, gente que se proclama defensora de la libertad y de los derechos argumenta que los padres tienen que tener el derecho y la libertad de decidir cuál quieren que sea la lengua vehicular con la cual se educarán sus hijos. Y, de paso, la de los hijos de los otros. Imagino que el siguiente paso será que los padres decidan cómo quieren que sea la enseñanza de las matemáticas de sus hijos. Y de paso, la de los hijos de los otros. Y después decidirán cómo quieren que sean las ciencias, la historia, la geografía o el latín. Los padres diseñando la política educativa sería ciertamente educador.

La realidad dice que todos los niños que han estudiado en Catalunya con el sistema de la inmersión tienen las mismas competencias en castellano que los niños que han estudiado en cualquier otro punto del Estado. Y lo dice alguien tan peligrosamente sospechoso de ser una máquina de adoctrinamiento indepe como el Ministerio de Educación en su evaluación general de diagnóstico hecha anualmente entre los alumnos de de primaria y de ESO.

Conclusión: no estamos hablando de derechos ni de libertad sino de política. Y de la barata. Y del intento que algunos padres hagan caso a los fracturadores y decidan negar a sus hijos la oportunidad de ser unos ciudadanos de pleno derecho. Y eso sería una auténtica lástima. Sería terrible que hubiera padres que, cegados por un sectarismo inoculado, no quisieran lo mejor para sus hijos. Entiendo pues que, llegados a esta situación, la DGAIA, el organismo que promueve el bienestar de la infancia y la adolescencia con alto riesgo de marginación social, tomará medidas y les retirará la custodia. En nombre de los derechos y de la libertad de los niños de ser personas. Y de ser unos ciudadanos como los demás.