Se llamaba Francesc Vidal Casanellas. Murió a las cuatro y cuarto de la madrugada del 1 de enero de 1942 en la extensión de Gusen, en el campo nazi de Mauthausen. Setenta y nueve años después, su memoria vuelve a casa. Este sábado, su familia y otras 16 familias de Vilanova i la Geltrú han recibido una "stolperstein". Se trata de una placa de 10 centímetros que se instalará en la puerta de sus hogares para recordarlos y como testimonio de homenaje y memoria. Si quiere saber la historia del señor Vidal, el hermano mayor de la madre del periodista Francesc Marc Álvaro, al final de esta pieza encontrará el artículo que le ha dedicado esta semana. A él y al resto de personas que murieron en los campos de concentración nazis.

Sí, sé que no es muy habitual enlazar artículos de compañeros que escriben en otros medios, pero es que aquella barbaridad revienta todos los esquemas. Sobre todo porque son unos muertos que nunca han recibido el reconociendo que hacía falta. Y el acto de hoy sirve, al menos, para que cuando alguien, algún día, pase por delante de la casa de los familiares de cualquiera de los diecisiete vilanoveses o de los centenares de catalanes que también murieron en los campos de concentración, vea la placa y durante unos instantes tenga un recuerdo hacia ellos.

La historia la escriben los vencedores y los silencios también. Y la auténtica reconciliación, la que realmente cierra las heridas, pasa por respetar la memoria de los que fueron tus enemigos. Eso en España no se ha hecho. ¿Sabe por qué? Porque quien tendría que hacerlo ganó la guerra. Y sus herederos están allí mismo. Sí, sé que eso a muchos les escocerá leerlo, pero es que es cierto. Lo siento, yo no tengo la culpa de que ellos defiendan que la Tierra es plana. En España, en el año 2021, hay partidos políticos que cuando los parlamentos condenan el franquismo ellos se marchan de los hemiciclos para evitar hacerlo. España le debe un acto de desagravio a los miles de catalanes y españoles que murieron en los campos de concentración. Y, sí, ya me sé el argumento aquel del "ñe, ñe, ñe... la actual España no tiene ninguna responsabilidad de todo aquello". Pero precisamente por eso, ¿qué cuesta reconocer la memoria de quien sufrió una de las grandes barbaridades de la historia de la humanidad? ¿Hasta donde llega la insensibilidad de no poner ni una triste placa y abrazar a los familiares que hace cerca de 80 años todavía hoy no han podido recuperar la memoria de sus tíos Francisco?

España tiene que hacerlo porque hay miles de españoles que no han sido ni enterrados. Los que murieron en los campos de concentración, pero tampoco los que murieron fusilados en cualquier arcén de carretera. Y no, eso no es remover cosas del pasado buscando ninguna revancha. Se le llama justicia. Y la prueba es que el artículo de Francesc Marc Álvaro se ha hecho viral. ¿Sabe por qué? Porque en nuestro país, quién más quién menos tiene un tío Francisco que un día se marchó, nunca más volvió y su recuerdo es el silencio. El del miedo y la prepotencia de los que todavía hoy nos pasean por los morros que ellos ganaron la guerra. Y que, además, tienen la caradura de ofenderse cuando se lo dices.

FMA