El unionismo radical ha enloquecido. Antes de las elecciones andaluzas ya paseaba por la cornisa, pero después de los resultados se ha convertido en un caso perdido. Social y humanamente. Y médicamente también.

El concurso diario de barbaridades supera lo imaginable y no se entiende ni en el caso de que fuera consecuencia de una sobredosis por vía venosa de la mezcla de absenta, matarratas y piña en almíbar caducada.

Pero la carrera hacia el delirio más pasado de vueltas ya no es una competición sólo entre los tres partidos de ultraderecha sino también entre medios de comunicación. A la hora de merendar entra uno en la redacción con una sobredosis de Pentavin y, mientras vomita la tortilla de Dulcolaxo (Forte) de la comida, exclama "¿a que noai güebos de...?. Y aquí empieza la orgía de mentiras que pueden ir desde escribir en un editorial que en Catalunya hay paramilitares hasta afirmar que se apalea a policías, pasando por lo que usted pueda imaginar. Bueno, o mejor dicho... pasando por lo que ni usted pueda imaginar.

Pero una cosa los hermana. A todos. Y a todas. El relato de la violencia. A falta de algun argumento, de alguna oferta, de alguna propuesta de solución al conflicto, de alguna autocrítica a la lapidación que están haciendo del estado de derecho y confirmando que estamos en manos de un paraestado capaz de cualquier cosa para mantener el status, han decidido que cada día tienen que inventar un escenario de violencia que lo justifique todo.

Rehenes del aznarismo más desbocado, la ultraderecha radical sólo es capaz de aplicar la plantilla vasca. Y el ingrediente básico del plato es la violencia. Y si no hay, se pone. Por eso vemos usar palabras como comandos, guerrilla, ejercido, brazo operativo, atacar u objetivo.

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¿Qué quiere esta gente que enloquecen no sólo de madrugada? Violencia. Necesitan violencia. Desean violencia. Babean violencia. Se afanan para que haya violencia. Por lo tanto, si el enemigo quiere violencia, qué tenemos que darle al enemigo? Bien, pues es evidente que si hay una cosa que no le tenemos que dar es violencia. Esto es de primero de conflicto.

Sí, y ya sabemos que aunque no haya violencia dirán que hay. Y si el viernes alguien resbala con una caca de perro en un radio de 50 kilómetros en torno a la Llotja de Mar, este alguien enseguida será entrevistado por los programas de mañana de las privadas, será noticia en los digitales y portada en los diarios de papel y nos los presentarán como una víctima de la guerra que hay en Catalunya. Pero, ¿qué tal si hacemos que tengan que esforzarse un poquito al tener que mentir y manipular?

Hay muchas maneras de protestar por lo que todo el mundo considere conveniente. Pero por encima de todas hay una: la que moleste más al enemigo. Y esta, sin duda, es la manera más inteligente de hacer las cosas.