Los primeros días de juicio en el Supremo teníamos una prisa bárbara. Si hacía falta acabábamos pasadas las 9 de la noche y si hacía falta habilitábamos los lunes y los viernes. ¡Gaaaaaaaaaash!

Pero desde hace unas cuantas jornadas vamos pasito a pasito, con la calma, con otro ea llegaremos a la aldea, hoja a hoja se come la alcachofa o vísteme despacio, que tengo prisa. Y además, como no vemos la cara de los declarantes y todos dicen exactamente lo mismo, porque a todos les preguntan lo mismo, porque no hay nada más que preguntarles que la repetición de la misma pregunta, cada día vamos repitiendo durante horas y horas la misma declaración.

Sí, sí, las partes tienen que tener derecho a llevar a declarar a quién crean necesario para defender sus tesis, pero este desfile de policías y guardias civiles repitiendo eso de la muralla, eso de los insultos, diciendo que la gente llevaba paraguas (si, claro, llovía), explicando que un votante (¡oh, terrible!) llevaba un casco de moto puesto en la cabeza (¿donde querían que lo llevara, en el píloro? y lo llevaba para evitar recibir hostias), y en muchos casos yendo allí para decir que no vieron nada, ¿quiere decir que es necesario?

¿Una vez han pasado 32.431 policías (pordecir una cifra) repitiendo lo mismo, hace falta que pase el policía o el guardia civil que hace 32.432? ¿Qué pasa, las pruebas funcionan por acumulación? ¿Eso de los juicios es como un pantano para producir energía hidroeléctrica y cuanta más agua, más electricidad? ¿O sea que si traen a 67.981 testigos (pordecir otra cifra), a los acusados los cae la perpetua? Porque esta es la otra...

Oiga, es que aquí están juzgando unos señores que hace más de un año que están en prisión preventiva acusados de unos delitos que son más graves que un homicidio. Oiga, es que hay nueve personas en prisión que cada día se dan una paliza de kilómetros para asistir durante horas (mañana y tarde) a un juicio donde la marmota ya ha muerto de aburrimiento. Y todavía faltan, mínimo y al paso que vamos, tres meses más de juicio.

Y resulta que estamos perdiendo horas y horas oyendo a unos señores que repiten una vez y otra, y otra, y otra, y todavía infinitas veces más, que la gente les llamaba "hijos de pu" y "voltaren", que la gente se manifestaba y que la gente se cogía de los brazos. Huy sí, qué rebelión más terrible. Cuánta sedición chorreando calle abajo, sí.

Oiga, que el código penal dice que la rebelión es un "alzamiento con violencia y públicamente". Y en cuando en el juicio oyes lo que oyes, una vez y otra, y otra, y otra... el único alzamiento posible es el de todos los que están allí, concretamente de sus respectivas sillas y para marcharse cada uno a su casa. Menos los responsables de esta vergüenza, naturalmente, que se alzarían para pasar a ocupar ellos (y ellas) el banquillo de los acusados.