Dos días después de la aparición del negocio que tenía que cambiar el mundo del fútbol, la cosa ya parece el centro de BCN: persiana bajada y llena de polvo y cartel de "En traspaso". De los doce clubs fundadores que había el domingo por la noche, esta tarde del miércoles quedan cuatro: Madrid y Barça y Milan y Juventus. Y los dos italianos tampoco lo tienen muy claro. Ah, por cierto, unos cuantos de estos clubs tan poderosos han hecho salir a hablar de la cuestión... ¡a los entrenadores! ¡ME-MO-RA-BLE! ¡El jefe de personal hablando en nombre de una empresa multinacional que mueve millones de euros!

El que tenía que ser el paradigma del nuevo gran modelo empresarial de esto de la pelotita al final ha sido Florentino Pérez yendo de madrugada a explicarse en El Chiringuito del canal Mega, que es como si Pere Aragonès presentara su nuevo gobierno en un programa de Reggaeton de Radio Polígono. El que había de ser un modelo de negocio triunfador y revolucionario ha acabado con un juez mercantil de Madrid dictando una resolución que prohíbe a la UEFA (el organismo europeo) y a la FIFA (el mundial) "amenazar o sancionar a los jugadores y clubs" que formaban parte inicialmente de esta Superliga que nuestroseñor tenga en su gloria. Amén. ¡¡¡SEN-SA-CI-O-NAL!!! Espero que la resolución en cuestión ya esté expuesta en el museo del orinal de Ciudad Rodrigo (Salamanca).

¿Lo podían haber hecho peor? Lo dudo. Un domingo a última hora de la noche sacando un papelito, más que una Superliga es un Supertruño. Ahora bien, todo el mundo sabe que tarde o temprano este proyecto se acabará haciendo y sólo dependerá de que los que ahora mojan puedan seguir mojando. ¿Si hay superligas europeas privadas de baloncesto y balonmano, no habrá de fútbol?

Pero lo más fascinante de todo han sido las reacciones de los seguidores de los clubs ingleses, con manifestaciones en contra y gritos de "hemos salvado el fútbol" cuando el proyecto se ha estrellado. Lo que no queda claro es de qué lo han salvado. Porque los colores que defienden con tanta pasión son propiedad de tres millonarios norteamericanos, uno ruso, uno de los Emiratos Árabes y... un inglés. Quizás de aquí les llora a la criatura. Quizás detrás de esta nostalgia está la frustración de amar a una empresa que no deja de ser una cuenta de resultados y unos señores que el único color que aman es el de los billetes haciendo negocios en el palco.

Otro argumento insuperable es este que decía que con la Superliga los equipos más modestos no podrían seguir compitiendo. ¿Ah, no? ¿Qué o quién se lo impedía? En la Superliga se dijo que habría clubs invitados. Y después están el resto de competiciones, como las ligas o la Intertoto correspondiente (o llámele una Champions sin los ricos). Pero vaya, en todo caso sería un escenario como el de ahora. ¿O es que usted ha visto a equipos modestos de las grandes ligas jugando la Champions? No, siempre van los tres o cuatro más potentes, porque tienen que estar, porque son los que generan el negocio. Y en la liguilla previa ponen equipos de ligas menores para poder jugar muchos partidos intranscendentes, pero que permiten ir generando pasta. Los octavos de final de la actual Champions son un club cerrado que hace ver que es abierto pero es una ilusión virtual, un autoengaño.

Y en relación al argumento de que la Súperliga era un negocio sin escrúpulos... oiga, la UEFA y la FIFA se inventan competiciones, torneos, amistosos y giras de pretemporada de clubs y selecciones sin descanso para exprimir el limón al máximo y sin pensar en ningún momento en la salud de unos jugadores que pueden llegar a jugar 70 partidos durante más de once meses seguidos. Son estos nidos de corrupción, con gente que ha acabado en la prisión, los que han creado un imaginario global que hace que cuando rescatan una patera en medio del Mediterráneo, con centenares de personas desesperadas, siempre acabe apareciendo alguien llevando una camiseta de alguno de los doce clubs que fueron fundadores de lo que nunca se llegó a fundar. ¿Hablamos de negocio a saco o de deporte?

La UEFA y la FIFA, esta buena gente que quiere salvar el fútbol y que ha visto cómo morían 6.500 trabajadores (SEIS MIL QUINIENTOS) en las obras de construcción de las infraestructuras del mundial del Qatar (que algún día hablaremos de cómo lograron organizarlo), todavía es hora de que abran la boca. Ellos y los aficionados que gritan alegres que han salvado el fútbol.