Hay gente experta en hacer ruido. Mucho ruido. Y de una manera muy y muy insistente. Son tan pesados y lo son a un volumen tan alto que es imposible no oírlos. El problema es que detrás suyo sólo están ellos, su ruido y su insistencia. O sea, nada. El vacío.

Hay gente experta en hacer mucho ruido y que, además, con este ruido pretende condicionarte. Y pretenden imponerte las cosas que tienes que decir y las que no tienes que decir. Y también pretenden que hagas lo que ellos dicen que tienes que hacer. Y, cómo no podía ser de otra manera, te dicen cómo lo tienes que hacer. Y por supuesto también te aleccionan sobre lo que no tienes que hacer. Y te dicen lo que tienes que pensar y los temas sobre los cuales no puedes pensar lo que te dé la gana a ti sino lo que piensan ellos. Y ellas. ¿Y, por qué lo hacen? Pues porque es su manera de poder ser.

Hay gente experta en hablar porque tiene lengua. Y porque tiene cuerdas vocales. Y que lo hacen a partir de haber oído campanas. Pero sin saber ni dónde está el campanario ni si realmente es un campanario y una campana.

Y también son unos grandes expertos en tunear las opiniones y las acciones de los otros. Sí, porque resulta que ellos (y ellas) no tienen ni opiniones ni acciones propias. Son gente que oye A y va por el mundo diciendo que tú has dicho Z. Eso sí, haciendo mucho ruido. Y, como no se sabe por qué extraño misterio hay gente que les hace caso, al final muchos acaban pensando que tú has dicho Z. Esto provoca que tengas que acabar dando explicaciones de cosas que dicen que has dicho, pero que no has dicho nunca.

Vaya, que hay gente experta en manipular lo que dicen los otros porque es la manera que tienen ellos (y ellas) de poder hacer ruido. Y lo más sensacional es cuando les dices: "oye, esto yo ni lo he dicho ni lo he escrito" y no tienen ningún escrúpulo en negar haber sido la causa y el origen de la cosa y dejarte a ti como un mentiroso que va lanzando acusaciones infundadas.

Hay gente, esta gente de la que hablo, que sufre el síndrome del Timbaler del Bruc. Consiste en hacer mucho ruido y que este ruido resuene muy fuerte por las paredes mediáticas, como si aquello fuera un poderoso ejército. Y al final resulta que es un niño tocando un tambor en un rincón. Y para acabar de hacer la composición, resulta que el niño ha ganado el tambor en la tómbola de una feria de aquellas donde las escopetas están tan manipuladas que parecen una portada de La Razón.

Lástima que, para evitarlos a ellos y a su ruido, no hay nada más sencillo y efectivo que taparse las orejas. Lástima para ellos, claro. Porque mire que llegan a poner interés en la cosa, eh...