Me es igual de quien es la culpa. Pero si me lo pregunta, le diré que es de los dos. Exactamente igual. Porque dos no se ponen de acuerdo si uno no quiere. Y en el caso que nos ocupa, cuando no es el uno quien no quiere es el otro, dependiendo de cómo sopla el viento. Y del tacticismo de cada momento. Siempre hay un reproche y un "y tú más". Los agravios mutuos empiezan un día del espacio de tiempo infinito anterior al big bang y acaban mañana. Y cuando llega mañana y este mañana pasa a ser hoy, vuelve a ser mañana. Siempre es mañana.

Esquerra y Junts querrían enviarse mutuamente a la papelera de la historia pero sus votantes no se lo permiten. Y cada noche electoral les provocan la amargura de tener que mirar por la ventana y comprobar cómo el vecino fastidioso sigue viviendo en el piso del lado. Y no hay manera de que se marche del barrio. En privado (muuucho) y también en público (cada vez más) los unos rajan de los otros (y viceversa) como cuando a los personajes de los tebeos les salen culebras por la boca.

Hoy mismo se han enfadado mucho (los dos) por la posición mantenida por sus respectivos miembros en la Mesa del Parlament cuando los tocado tratar el voto delegado del diputado de Junts en el exilio, Lluís Puig. Y tanto ellos (los dos) como los "suyos", estas cuentas de twitter que intentan hacernos creer que la realidad son ellos, se las han tenido como los estados se las tienen en busca de una caja de vacunas. Y después han seguido porque Junts no ha aplaudido el discurso de investidura de Pere Aragonès. Y ya tenemos un agravio más para añadir a la lista.

Total, que hoy seguimos sin gobierno. Por culpa de los unos y de los otros. Y de los otros y de los unos. Y el martes tampoco habrá. Y automáticamente se pondrá en marcha el famoso mecanismo de los dos meses. Dos meses más de plazo para llegar a un acuerdo y investir -o embestir- a Pere Aragonès. O para repetir elecciones, en caso de que no haya pacto. Desde el 28 de septiembre estamos sin presidente por la inhabilitación de Quim Torra y desde el 21 de diciembre tenemos un gobierno provisional con un vicepresidente haciendo de presidente. Añadir este nuevo plazo quiere decir que en total habremos estado ocho meses con un gobierno que sí pero no. Y, mire, si nuestro país fuera un Paraíso donde de las fuentes manaran chocolate, cerveza muy fresca y botellas de garnacha blanca (a escoger) y del cielo cayeran rodaballos salvajes, txuletones, ventrescas de atún y tortillas de alcachofas, pues no pasaría nada, ¿verdad? Pero es que resulta que somos un país que sufre una pandemia con más de 21 mil muertos y donde las vacunas no llegan, una cifra indeterminada de personas que sufrirán secuelas físicas y mentales, una sanidad trinchada, una crisis económica que ya veremos si será terrible o todavía peor, miles de autónomos que han perdido su negocio, miles de personas paradas o en unos ERTE que ya veremos como acabarán y un Estado que no parará hasta convertirnos en harina. No tengo muy claro que ocho meses sin un gobierno como tocaría sea la mejor idea, pero tampoco tengo muy claro que la solución sea un gobierno con dos partido que se odian, que se pasan el día tirando de una cuerda en dirección contraria, que no tienen ninguna empatía y que han decidido olvidar que es la generosidad.

Israel ha celebrado cuatro elecciones en menos dos años. Y todo continúa igual. O peor, porque después de los resultados de las últimas podrían tener que ir a las quintas. El problema es que para motivar el voto emocional tienes que crear bandos y cuando creas bandos y las cosas están al 50%, el acuerdo necesario para desencallar la situación es imposible. Y ya puedes ir convocando elecciones, que el resultado se modificará unas décimas arriba o abajo, pero no cambiará. Hasta que algún día la gente se canse y entonces algunos tendrán un disgusto. Y esta última frase va por los de aquí.

Con respecto al pleno de hoy, destacar que continúa el filibusterismo constitucional heredero del espíritu del famoso 6 y 7 de septiembre, pero los alumnos ya nos han demostrado que piensan superar a los maestros, porque ahora los catedráticos son ellos. O sea, además esto.