Si le hablo del caos del SEPE y del caos de las vacunas de AstraZeneca parecerá que le hablo de cosas diferentes. Pero no. Va de lo mismo. Cortoplacismo, mirarse el ombligo y no tomar decisiones con perspectiva. Pero a ver... ¿aquí alguien piensa? ¿Más allá de hacer las cosas para buscar un efecto inmediato en una opinión pública anónima que se sacude las frustraciones en la virtualidad de las redes, alguien tiene una estrategia para afrontar la realidad? ¿Alguien planifica? ¿Aparte de hacer caso de los spin doctors, que se ponen muy calientes jugando a construir relatos, alguien tiene previsto gestionar alguna cosa? Y gestionar significa afrontar con determinación. Decidir para construir, no por si acaso me dan con la mano abierta.

Eso del SEPE es una vergüenza tan grande que los responsables del despropósito tendrían que ser inhabilitados de por vida y obligarlos a retornar (y con intereses) todo el dinero que han cobrado indebidamente para hacer un trabajo que no han hecho, cosa que ha perjudicado a miles de personas a las que les han arruinado la vida. El problema es que nunca sabremos los nombres y apellidos de los culpables individuales y todo lo cargarán al "sistema". Un "sistema" que ha abandonado a quien necesitaba que la administración le tramitara a lo que tenía derecho. Simplemente. Ojo, y para una cosa tan sencilla como poder subsistir.

Sí, ya sé que cada día hay decenas de empresas que sufren ataques informáticos como el que ha sufrido el SEPE. Pero es que esta es la gotita definitiva del vaso de una dejadez que ha ido más allá de lo tolerable y lo admisible. Los que saben me explican que el sistema informático del SEPE lo podría haber petado la clase de los delfines con una mano atada. Y, claro que también reciben ataques el Pentágono o el CNI, ¿pero verdad que nadie se imagina a Hacienda inhabilitada durante más de una semana? Pues el SEPE, sí. Y espérese.

Y de AstraZeneca, qué quiere que le diga... Europa ha administrado 17 millones de dosis y hay 11 casos de trombosis venosa cerebral (ONCE), una patología que hasta ayer el 99,9% de los ciudadanos no sabíamos ni que existía y de la cual ahora todos somos expertos mundiales. Y seguro que ha habido más, porque en eso sucede como con la cifra de contagiados por COVID, que para saber el número real tendríamos que hacer pruebas a toda la población cada día. Y no. Pero todos los expertos dicen que ahora mismo es imposible establecer una relación causa-efecto. Claro que hay que ser prudente, mirárselo a ver y tomar las medidas pertinentes, pero el pánico se ha apoderado de una clase política que vive pendiente de lo que sucederá en los 10 minutos siguientes. Y como ni saben ni están dispuestos a afrontar crisis y a resistirlas, con su miedo y nervios han transmitido a la ciudadanía el peor mensaje posible: las vacunas no son seguras. Y eso no es cierto.

Pero cuando rascar un poco es aún peor. En dos palabras: el precio y el Brexit. De todas las vacunas existentes en el mercado, la de AstraZeneca es la más barata (entre 2 y 5 euros frentes a los más de veinte de las otras) y además la producen en aquella Gran Bretaña que ya no pertenece a la Unión Europea. Y como nos han enseñado a pensar mal, ¿podemos fiarnos de unas empresas privadas que 1/ no quieren ceder la patente de un producto que, sí, que han conseguido en un tiempo récord, pero gracias a la ayuda pública y que 2/ se habían comprometido a administrar en unas cantidades que no están cumpliendo, mientras resulta que se están vendiendo paquetes turísticos a Santo Domingo con viaje, estancia y vacuna. Ojo, y las dosis no las está comprando el gobierno de Dominicana, que otro trabajo tiene.

Pero, volviendo a la cobardía política que da argumentos a los negacionistas y que genera miedo entre la gente normal, supogamos que si, que en Europa hay... va, no once casos de trombosis venosa cerebral sino mil y que mueren, va, 500 personas.Es imposible saber cuántas vidas salvarán las vacunas, pero sabemos que de momento en el mundo han muerto más de dos millones y medio de personas por no tenerlas. Creo que no hay color. Y creo que hay que tener el valor político de afrontar las consecuencias de la dejadez existente en el SEPE y de los posibles efectos negativos en la salud de unas vacunas que todavía no sabemos si realmente provocan estos efectos negativos y en una muy reducida parte de la población.

Aunque las encuestas digan lo que digan y nunca pase nada.