Pues sí, ya hace tres años que Felipe VI pronunció aquel discurso donde decidió convertirse en el Rey de todos los españoles, incluidos, sobre todo, los catalanes. Una cosa muy normal teniendo en cuenta que fueron los españoles, incluidos sobre todo los catalanes, quiénes lo votaron sin descanso, tal como nos dijo no hace mucho Pablo Casado. Por cierto, Casado, que nunca ha ganado ninguna de las elecciones a las que se ha presentado, pero que tiene muchos másters y por lo tanto domina mucho la cuestión.

Total, que aquellos eran días donde gente que pasaba por espabilada iba por la vida diciendo que votar no siempre es democrático, una prueba empírica de las consecuencias que comporta abusar del consumo de sustancias caducadas, del coulis de frutos rojos y del jarabe de Módena. Por lo tanto hacía falta que alguien mostrara el camino para resolver el conflicto con Catalunya. Y el Rey de España lo hizo. Con mano firme. Y tendida. O sea, la extendió, pero no estaba fofa. Que a veces sucede.

Aquel fue un discurso del cual se ha hablado mucho, pero que no ha sido nada analizado. Esta columna, erigida en un servicio público dirigido a los ciudadanos, a las ciudadanas y a la ciudadanía, ha dado dos pasos adelante, ha roto una lanza y ha puesto sobre la mesa que ha venido para quedarse. Y así ha sido como ha conseguido ver un mensaje que entonces pasó desapercibido y que era de concordia. Una puerta abierta a desencallar el conflicto. Una propuesta de vía de solución que era muy favorable para los catalanes. Pero antes, recordemos cómo fue preparando el terreno.

La primera frase fue: "buenas noches". Sólo con eso ya se veía la predisposición. Podía haber hecho un Gerard Quintana y decir "Buenas noches, malparidos". Y no. Un detalle muy bonito. Y de reencuentro. Enseguida se puso a ello y empezó a apuntar su propuesta de resolución del conflicto. Fue cuando dijo que toda aquella situación tenía "la pretensión final de la Generalitat de que sea proclamada ilegalmente la independencia de Catalunya". Con eso estaba diciendo, naturalmente, que la independencia también podía ser proclamada legalmente, cosa que abría la puerta a hacerlo. Pero de esta propuesta ya hablaremos más adelante cuando lleguemos a la solución de la cuestión.

Seguidamente afirmó que "determinadas autoridades de Catalunya, de una manera reiterada, consciente y deliberada han venido incumpliendo la Constitución y su Estatuto de Autonomia, que es la ley que reconoce, protege y ampara sus instituciones históricas". Les podría haber dicho "determinados hijos de Satanás macerados en sangre de ranas putrefactas" y, en cambio, les llamó "autoridades". Un detalle muy bonito y de respeto. De la misma manera que cuando afirmaba que lo hicieron "de una manera reiterada y consciente", les estaba lanzando un piropo. No estaban incumpliendo un día sí y el otro no el Estatuto de Autonomía que nos dimos entre todos. Aquel que el Tribunal Constitucional todavía nos dio más cuando lo fulminó, después de haber sido sancionado por el propio monarca. No, no, lo incumplían siempre. El trabajo bien hecho. La perseverancia. Las ideas claras. Un objetivo y la persistencia en conseguirlo.

También fue un reconocimiento evidente decir que "hoy la sociedad catalana está fracturada y enfrentada". Concretamente era una valoración positiva al esfuerzo de los catalanes por acercar su sociedad a la sociedad española, la más dividida, fracturada y guerracivilista de occidente. Bueno, también y de parte del oriente. La unidad en la fracturación. Pero todo eso eran sólo abrazos intelectuales antes de hacer LA propuesta que llegó en el minuto dos y cincuenta segundos del discurso. Fue entonces cuando su majestad se refirió en "las autoridades" que "han pretendido quebrar la unidad de España..." (¿entiende ahora por qué le llaman "El Preparado"? El solo captó que los independentistas quieren ser independientes de España, cosa que implica deshacer la actual unidad. ¡Bien visto!) "... y la soberanía nacional, que es el derecho de todos los españoles a decidir democraticamente su vida en común". Y esto es lo que entonces no se entendió. Aquí el Rey estaba diciendo dos cosas: 1/ Que si los españoles decidían ejercer el derecho de decidir democráticamente su futuro, ningún problema. Como lo decidieron en la Gran Bretaña con Escocia. Sólo había que preguntárselo, y 2/ Y en todo caso, se podía hacer el referéndum y votar todo el mundo, pero como la soberanía es de todos, catalanes incluidos, pues si ellos decidían democráticamente que la vida no fuera en común, palante.

Gracias majestad para aprovechar aquel 3 de octubre para proponer un referéndum. Y disculpe, que no lo supimos entender.