Cierta izquierda autocalificada de revolucionaría y transformadora ha despreciado el independentismo desde el primer día. Considera que se trata de un movimiento "burgués y de derechas" pero también "noucentista, rural y poco moderno", en contraposición con su "cosmopolitismo universal".

Las últimas horas hemos tenido dos ejemplos que confirman la existencia de esta corriente y su buen estado de salud. El primero con Pablo Echenique, uno de los líderes de Podemos, haciendo este tuit de respuesta a unas declaraciones de Valtònyc:

¿No está mal, verdad? Según Echenique, Valtònyc es un personaje patético a quien le han lavado el cerebro. En la misma línea ha llegado un tuit posterior de Máximo Pradera, integrante de cierto paisaje "progre" madrileño próximo a lo que fue el diario El País. De cuando quedaba bien ir por la calle luciendo un ejemplar bajo el brazo para mostrar que tú leías El País. Antes que Soraya tomara el mando:

En este caso, curiosamente, también se incluye la idea expresada por Echenique de que todo es fruto de un fenómeno de abducción adoctrinada. Y aquí coinciden, argumentalmente, los puros de la izquierda caviar y la ultraderecha. La diferencia es que ni Echenique ni Pradera llegan a decir que el origen es la escuela y TV3. Ojo, digo que coinciden en este argumento, no comparo ni mezclo.

Como también coinciden en el desprecio clasista y supremacista del movimiento. Lo que el unionismo tabarnés califica de "tractoria", como metáfora de que el independentismo triunfa donde la gente "es de pueblo y apesta a estiércol", en el unionismo heredero del Bocaccio es eso del "Che Guevara del Penedès" ("Penedés" en el original).

Pero va, ¡examen sorpresa! Pregunta: ¿Quién ha conseguido desnudar al Estado como no lo habíamos visto nunca hasta ahora, el independentismo o quien se considera heredero del 15-M? Pregunte por Europa, en la calle y en los despachos, ¿quién ha puesto más en evidencia la calidad democrática del sistema político, económico y judicial español, Carles Puigdemont o Pablo Iglesias? ¿Catalunya o Madrit (concepto)?

Pero cuidado, eso no lo digo yo. Lo dice la realidad. Guste o no. Sabe mal, pero este independentismo de pueblo, de derechas, heredero de los recortes, del Penedès, que fue inventado al día siguiente que alguien usó un espray para pintarle a Montserrat Tura una cruz en la espalda (y me ahorro hacer la comparativa con quien usaba una marca parecida para no caer en una especie de Llei de Godwin), es lo que ha removido los cimientos del Estado hasta límites nunca vistos. Y no, no lo ha hecho la izquierda transformadora. La revolución del primer cuarto del siglo XXI en España la han hecho unos de derechas y de pueblo, que ya tiene narices la cosa.

¿Cuántos presos "de izquierdas" hay en España por haber desafiado al todopoderoso Estado que lo es tanto (de poderoso) que puede inventarse la ley? ¿Echenique? ¿Sí, de verdad? ¿Quizás Pradera? ¿Sí, tomando cañas en Malasaña? ¿Seguimos diciendo nombres de héroes de la revolución en twitter o no hace falta?

Y es una lástima que eso haya sido así. Porque al final ha quedado demostrado que la defensa de un cierto mundo mágico, con todos sus tópicos correspondientes que ya apestan a desván, ha sido más importante que la defensa de la calidad de la democracia. Que al final la cosa ha acabado yendo de eso. Por eso un rapero antisistema dice lo que dice. Y el problema ha sido que no lo han hecho "los nuestros" y por eso no vale.

Imagino que tiene que ser duro ver cómo, por circunstancias de la vida, resulta que la soñada revolución te la hace un "pijo" que acaba en la papelera de la historia, el hijo de un pastelero (de pueblo) y una poliédrica clase media formada por abuelos, hijos, nietos, cuñados, primos, tías solteras y la señora Roser, la vecina del .

Y el Bocaccio cerrado. Exactamente desde hace 33 años y dos meses.