El otro día oía un debate sobre las medidas para intentar mejorar la salud del medio ambiente. Y salió aquello del ecologismo de clase, también conocido como el "debido a que todos somos millonarios, ahora todos nos cambiaremos el coche como quien cambia una bombilla". Pero también salió el tema de las actitudes personales para evitar que el planeta reviente. Y fueron a parar al fumar. El resumen de la cuestión planteada sería: "la contaminación mata miles de personas cada año, como el tabaco. Pero así como la contaminación afecta todo el mundo, el tabaco sólo a quien fuma. Por lo tanto si yo fumo, es mi problema". Pues mire, no. No es exactamente eso.

Usted puede fumar lo que quiera, efectivamente. Allà usted. Pero no, no es sólo su problema. Que usted fume es problema de todos. Y de todas. Porque si usted fuma tiene más riesgo de sufrir problemas de salud que la población no fumadora. Y si usted tiene problemas de salud usará la sanidad pública. Y eso vale dinero. Por lo tanto, la sociedad acabará pagando para que a usted lo curen de los efectos de su vicio. Ojo, que encantados de hacerlo porque usted es muy buena persona, pero tenga claro que su decisión de fumar, ha perjudicado al conjunto de la sociedad. Y que mientras lo tratan a usted de las consecuencias de la decisión que usted decía que sólo lo afectaba a usted, usted está ocupado la plaza de una persona que ha enfermado por culpa de la contaminación. Que lo sepa.

En resumen, si usted fuma, usted nos perjudica. Y aquí entramos en el siguiente debate: medio ambiente y egoísmo. ¿A que estamos dispuestos a renunciar para salvar el planeta?

Claro, todos queremos comprar ropa muy barata y tener el armario lleno. Pero para tener ropa barata, la ropa se tiene que fabricar a euro la pieza en la otra punta del mundo. Sin entrar en la esclavitud que quin lo fabrica, que sería otra cuestión a tratar, esta ropa la tenemos que transportar hasta aquí. Y eso contamina. Mucho. Y para que la pieza salga a euro la unidad hace falta usar tejidos y tintes nada naturales, con una fabricación que contamina mucho y de imposible reciclaje posterior. Y eso también contamina. Si queremos ropa sostenible, las camisas a 100 euros. Y si no las podemos pagar, pues a vestirse con sacos.

Claro, todos queremos hacer vacaciones en Nueva York. O hacer un crucero. Usted, yo, el vecino, la tía de Móstoles... 100 millones de personas en Nueva York y haciendo cruceros. Y eso contamina muuucho. Por lo tanto, fuera viajes. Se ha acabado volver de las vacaciones explicando que descubriste un restaurante en la 6.ª avenida con la calle 43 o que cenaste con el capitán del "Gomit in the Sea". Métaselo en la cabeza, si queremos salvar el planeta usted no podrá ir en su vida a Nueva York ni hacer un crucero. En casa y con el abanico porque el aire acondicionado contamina.

Claro, todos queremos comer sushi. Mmmm, como nos gusta el sushi, ¿verdad? Pero para que todo el planeta coma sushi, el planeta necesita cada día 7 mil millones de salmones, 7 mil millones más de atunes, de caballas, de lubinas, de pez mantequilla... Multiplique eso por 363 días, porque por Navidad y Sant Esteve no comemos sushi. Producir y transportar todo eso es insostenible. Si queremos salvar el planeta, adiós sushi y hola cena de sopa de pan seco y platos de patatas con acelgas.

Y así un montón de ejemplos que nos conducen a las tres grandes preguntas: 1/ ¿a qué estamos dispuestos a renunciar nosotros, individualmente, para salvar el planeta de todos?, 2/ ¿a qué estamos dispuestos a renunciar como sociedad? I 3/ ¿qué modelo alternativo aceptamos?

Las respuestas a estas y otras preguntas parecidas serán las que marcarán la línea a partir de la cual realmente queremos salvar el planeta.