¿Se acuerda, verdad? No hace tanto. ¿Pongamos un mes y medio? "Después del coronavirus todo será diferente". "Aprenderemos la lección de todo el que no hemos hecho bien hasta hoy". "Esto que nos está pasando nos señala todo lo que tenemos que cambiar para vivir en un mundo mejor". Y algunas otras frases, que, más o menos, decían que nos convertiríamos en una sociedad ejemplar. Incluida la frase estrella de la pandemia: "Las crisis son una gran oportunidad". ¿Oportunidad de qué? ¿Para quien? Yo, de momento, veo que pagamos los de siempre y se benefician los de siempre.

Hace días que observo la nueva normalidad, la de este desconfinamiento donde ya pasamos totalmente de las fases y en la cual nos lo estamos haciendo todo a medida. Porque es que es imposible seguir todas las normas y normitas que se van inventando y, porque, digámoslo todo, hay muchas que no sólo son absurdas sino que no tienen ningún sentido y son totalmente arbitrarias. Y hemos decidido pasar de todo. Pero mirando-mirando, qué quiere que le diga, esto de ahora me recuerda mucho a la normalidad normal, la de toda la vida. Si no fuera porque la gente va con mascarilla, parecería mediados de junio del año pasado. O de hace dos años. Exteriormente, por la calle, e, interiormente, en el cerebro de la gente.

Seguramente mucha procesión va por dentro y saldrá por alguna parte, pero la sensación es que ya no recordamos nada de lo que hemos pasado. Sí, claro que la vida tiene que continuar y tenemos que seguir adelante pero, ¿no habíamos quedado en que habíamos aprendido? Pues bien, la pregunta es: ¿Qué hemos aprendido exactamente? ¿Dónde están todos aquellos buenos propósitos de buena persona de cuando salíamos a aplaudir al personal sanitario?

"Esta crisis la ganaremos juntos", nos repetía la propaganda política. Y, sí, sí, es cierto que no lo hemos hecho mal del todo. Pero, ¿hemos estado realmente juntos o eso ha sido un conjunto de individualidades donde realmente lo que nos preocupaba éramos nosotros y el bien común ha venido de rebote, como una consecuencia? De un día para otro nos encerramos en casa con llave, sólo salíamos a comprar justito para llenar la nevera y, a toda prisa, volvíamos a la seguridad del nido. Pero, ¿puede ser que fuera por miedo personal y no por responsabilidad social? ¿Es posible que fuera por egoísmo? ¿Y si resulta que no fuimos tan modélicos colectivamente y que todo era por interés propio? Lo digo por esto que vemos ahora. Le hemos perdido el miedo al virus, hemos decidido que ya no está y actuamos olvidando todo por lo que hemos pasado. ¿Porque ya nos sentimos seguros? ¿Es aquello de los accidentes de coche y el "a mí no me sucederá"?

Este mundo más global que nunca se detuvo, con nosotros dentro. Podríamos haber desobedecido y no lo hicimos. ¿Por qué? ¿Para no contaminar a los otros o para no contaminarnos nosotros? ¿El evidente sacrificio era protección personal o generosidad?

Y de todo eso hace tan poco que todavía estamos en ello, aunque no lo parezca. Y la sensación general es que no haya sucedido nada. Si ahora estamos así, imagíneselo en agosto... ¡será un festival! ¿Y, qué pasará si hay un rebrote? Pues volveremos a la cueva y juraremos que esta vez sí que nos portaremos bien. Y si hace falta acabarán rezando incluso los ateos. Hasta que volvamos a salir y volvamos a olvidarnos. Porque tenemos poca memoria. Sea por autoprotección o por autodefensa, pero el muerto al hoyo y el vivo al bollo.