No hace mucho, en España celebraron unas elecciones. Y tuvieron que repetirlas porque Rajoy decidió no ceder ni un milímetro. Y él perdió la mayoría absoluta, sí, pero destruyó el PSOE por mucho tiempo, deshinchó Ciudadanos y convirtió Podemos en un partido de la vieja política, pero con cara de niño.

Para hacer ver que era un político flexible, y sobre todo porque tenía que mostrarse como un régimen dialogante, se inventó aquello de la operación diálogo. Desgraciadamente (para él), se impuso la realidad y Diálogo, aquel niño que había nacido feo, jorobado y con halitosis y gases permanentes, el primer día que fue al baile a conquistar a la chica, no lo quisieron ni para cambiar los rollos de papel de los inodoros del local.

Era cuando Rajoy todavía decía aquello de: "Yo haría un referéndum, pero es que no puedo". Y como queda claro en una pieza publicada hoy en nuestro diario, lo que es poder, sí se puede.

La Operación Diálogo ha fallecido toda ella antes de nacer y ahora nos encontramos con que en la Delegación del Gobierno de la calle de Mallorca de Barcelona hay un despacho, el famoso despacho desde donde Soraya Aranzadi del Soldado Ryan tenía que comandar el desembarco de la mano tendida, donde se crían unas telarañas tan bestias que dan miedo a las propias arañas.

Y así hemos llegado hoy a la clausura del congreso del PP y a la Operación Poda. En su discurso, y hablando de la independencia, ha soltado: "No sería una poda agradable hecha por un amable jardinero. Sería una amputación terrible y dolorosa que no hay ningún cirujano que pueda salvar". De todas las metáforas posibles ha buscado la más desagradable, radical y dura. Y fácilmente desmontable, por cierto. Porque todo el mundo sabe que, a veces, para salvar al paciente, hay que amputar. Y que, de cara a lo que sería vivir, es mucho mejor seguir haciéndolo habiendo sufrido una amputación, que, por no haberla hecho, acabar celebrando una bonita ceremonia en un tanatorio.

Y de las amputaciones, Rajoy ha pasado al discurso del miedo, recuperando éxitos de cuando todavía existía Studio 54. Clásicos como "Saldréis del Euro", "Os echarán de la UE" y "Adiós pensiones". O sea, vamos hacia atrás.

Pero, volvamos a aquello del "no puedo", que ahora se ha convertido en un "no quiero". Realmente, Rajoy no puede. El Estado, una cosa que está por encima de él, no permitirá nunca un referéndum, aunque sepa que el "no" está garantizado. Y para evitarlo está dispuesto, si hace falta, a destruir la imagen y la credibilidad de cosas como su justicia y su policía.

España-Estado está usando estas dos instituciones de una manera tan chapucera que tardarán mucho en poder recuperar su imagen. La sagrada unidad de España, que no es nada más que la negativa de unos cuantos a perder su status, es tan intocable, que, si hace falta, se permiten las chapuzas de unos cuantos comisarios chapoteando en la parte más profunda de las cloacas y se fomenta el uso indisimulado de los órganos políticos de la justicia para subvertir el Estado de derecho. Lo que haga falta para que nada cambie. Desde hacer abdicar al Rey, a fiscales afinando o a policías falsificando pruebas.

Efectivamente, Rajoy no puede. Por eso ahora recupera el discurso anterior a la Operación Diálogo y lo convierte en la Operación Precinto, pasando por una Operación Poda destinada a meter miedo. Y lo peor para él es que si algún día dijera que puede, sería el fin de su carrera política. Porque del Rey para abajo, cualquiera que ponga en peligro, sea por vía bragueta o por vía urna, la unidad de esta España heredera del franquismo, tiene los días contados.

Y quizás esta semana volveremos a comprobarlo.