Algo pasa cuando un Estado fuerza al máximo su maquinaria judicial para pervertir la ley, usa sus cloacas más profundas para crear realidades ficticias que sostengan la citada perversión, presiona políticamente los centros de poder y el resultado que obtiene es Puigdemont paseándose por Europa. Tranquilamente.

Algo pasa cuando un Estado tiene que sobreproteger a una monarquía que ha perdido el apoyo de la mayoría de la gente y sobre la cual cada día aparece una noticia negativa que supera la del día anterior. Y cuando, a pesar de la sobreprotección, el silencio y el hacer ver que no pasa nada, el resultado que obtienes es que la Familia Real tiene que estar escondida. Y en silencio.

Algo pasa cuando para no afrontar políticamente un problema político optas por la violencia y el uso arbitrario de la ley, con el coste de imagen que eso implica ante el resto de democracias, y lo que obtienes de Europa es una bofetada en la cara. Y con la mano abierta. Y mientras, Puigdemont paseándose por Europa. Tranquilamente.

Algo pasa cuando lo has intentado todo y un poquito más para ofrecer una imagen positiva de una monarquía que hace aguas, incluida la maniobra de obligar al rey emérito a abdicar de una manera humillante, y resulta que después no puedes ni preguntar en las encuestas oficiales la opinión de la gente sobre la institución. Por el miedo a saber la realidad. Y mientras, la Familia Real escondida. Y en silencio.

Puigdemont el golpista. Puigdemont el sedicioso. Puigdemont el traidor. Con la fuerza política de una diputación de provincias que puede ser fulminada con un 155, con tres abogados y con un amigo que siempre está a su lado. Este Puigdemont, precisamente este, es el que se pasea por Europa tranquilamente.

La excelsa Familia Real española. La que representa la esencia de la España Constitucional. El ejemplo democrático a seguir y gracias a quien tenemos el mejor periodo en la historia de España y bla, bla, bla... Esta Familia Real, precisamente esta, es la que no puede salir a la calle por miedo a tener que oír lo que la gente piensa de ellos. Y tiene que callar.

Ojo, no lo sé, quizás vivo en otro mundo, pero la situación descrita no es muy normal. Y no vaya a ser que esté pasando alguna cosita, ¿verdad?

Porque si un Estado no puede fulminar a quien su propaganda ha presentado como una mierda despreciable y sin ningún cobijo ni defensa posible, ni tampoco puede elevar la imagen de quien su propaganda considera la encarnación de todas las virtudes habidas y por haber en la creación, es que algo pasa en ese Estado. Y grave.

Y lo que quizás pasa es que es tan real como fue premonitoria aquella portada censurada por los propietarios de la revista El Jueves, sin dar ninguna explicación. Quizás es que esta de aquí debajo es la fotografía real de la España real y Real. Pero hecha dibujo:

Y mientras la Familia Real, toda ella, va pasándose la corona, Puigdemont por Europa. Tranquilamente. Y si está allí veinte años, cosa que ya veremos, serán veinte años de un mosquito volando cada noche por la habitación del Estado y justo por encima de sus cabezas. Picándoles en las partes blandas y dándoles por el saco sin descanso.

Y no vaya a ser que quizás cuando Puigdemont vuelva, la monarquía continúe callada, pero porque ha dejado de existir...