Tercer pleno de un Parlament que es el más extraño de la historia reciente. Cuando miras la zona donde tendría que haber un president de Govern, hay un asiento vacío. Cuando miras la zona del Govern, no hay nadie. Observas la zona de los escaños de Junts per Catalunya y Esquerra y hay un agujero cada vez más grande. Es la consecuencia de ir encarcelando gente.

Hoy en la tribuna han hablado de presos políticos, de exilio y de acercamiento de presos. Y se referían a diputados y diputadas de la Cámara. Pero había momentos en que por el escenario y por el tono monótono de algunas intervenciones, parecía que aquello fuera un pleno normal de una cámara normal. Y no. No lo es. Y al paso que vamos falta mucho para que aquel hemiciclo recupere una cierta normalidad que en la calle ya no existirá nunca más. Porque eso que está pasando es muy gordo. Aunque el día a día vaya poniendo capas de cotidianidad y haya quien intente disimular la realidad.

Y, un día más, la pregunta que nos hacemos todos los que frecuentamos el edificio y que nos hace la gente por la calle, en el mercado o en el bar vuelve a ser: ¿al final, qué pasará ? Y la respuesta sigue siendo la misma: ni idea. Como mucho podemos hacer como los carruseles de fútbol, explicar minuto y resultado del momento. Sabiendo que mañana todo puede cambiar.

Ahora mismo todos los grupos de la cámara dicen que hay que desencallar la situación, todos dicen que quieren desencallar la situación, todos dicen que están dispuestos a desencallar la situación pero nadie hace nada para desencallar realmente la situación. Y van pasándose la patata al rojo vivo y dándose patadas por debajo de la mesa. Porque el desencallamiento no será cosa suya sino que vendrá de Alemania. Allí la justicia, según algunas fuentes, podría decidir en un par de semanas el futuro inmediato del president Puigdemont. Y por lo que explican los que saben de qué va, incluido su abogado Jaume Alonso Cuevillas, que hoy estaba en la tribuna de invitados del Parlament, hay tres opciones:

1/ Rechazo alemán a la extradición y retorno de Puigdemont a Bélgica donde quedaría en libertad y desde donde podría restregar al Estado español una gran victoria de la cual es difícil saber las consecuencias favorables para el resto de acusados. Aparte de la imagen que daría España.

2/ Aceptación alemana de la extradición por el delito "menor", o sea el de malversación, que implica menos pena y que podría cambiar la situación del resto de encarcelados porque sería complicado pedir dos años para Puigdemont, el jefe de la "banda", y 30 a Dolors Bassa. Por ejemplo.

3/ Aceptación alemana de la extradición por todos los delitos, incluido el de rebelión o su equivalente en aquel país. Este sería el peor escenario para todos los encarcelados.

Una vez sucediera una de estas tres cosas, fuera cuál fuera, el punto final donde iremos a parar siempre será el mismo: o gobierno o elecciones. La cuestión es que llegaremos dependiendo de los tempos alemanes. Ellos tienen 60 días por decidir y Puigdemont 30 días para apelar y aquí ha empezado a correr el reloj de los dos meses para tener que disolver el Parlament y convocar elecciones. No será lo mismo tomar la decisión con Puigdemont todavía en el limbo teutón, con este tipo de prisión provisional que no lo es del todo, que la decisión sobre Puigdemont ya tomada.

Puede suceder que esto acabe como el final de uno de aquellos partidos de baloncesto que llega empatado a los 45 segundos finales. Ya sabe, con el equipo A haciendo falta para obligar al equipo B a lanzar tiros libres a ver si falla. Y en función de si falla los dos tiros, uno o ninguno, el equipo B hace personal o deja correr el reloj. Y entonces el equipo A pide tiempo muerto para decidir si busca que le hagan personal, intenta un tiro rápido de dos o de tres o apura el máximo para dejar sólo una posesión al rival. Y el rival responde con la misma estrategia. Y así los 45 segundos se convierten en 3 minutos donde la acción-reacción cambia a cada segundo.

Vaya, que queda totalmente confirmado que la situación no es nada normal. Y la solución tampoco.