Hoy en el Parlament ha sucedido una cosa que no habíamos visto nunca hasta ahora y que, me temo, no veremos muchas veces más. Una cosa en principio tan sencilla como que unos políticos vuelvan a hacer política desde el lugar donde la hicieron hasta que una justicia política se inventó un delito inexistente y gracias a que la ruleta del gonadismo constitucional procedió a encerrarlos en prisión los años que consideraró oportunos.

Hoy en el Parlament de Catalunya unos presos políticos han hecho de lo que son, políticos, pero sin olvidar, ni ellos ni nosotros, que son presos. Y como ha explicado con un tono pausado pero demoledor Dolors Bassa unos presos que las han pasado putas, como las pasan todos los presos, y que no han estado de vacaciones en un balneario, tal y como unos cuantos amorales han esparcido de la misma manera que quien tiene un mal feo esparce sus pústulas.

(Por cierto, todos estos -y estas- que han denunciado privilegios de los presos políticos a día de hoy todavía no han aportado ni una sola prueba. ¿Qué ha pasado? ¿No las tienen? ¿No existen? ¿Existen pero las han perdido? ¿Se las ha comido el perro?)

Medio gobierno Puigdemont hoy ha vuelto a entrar por la puerta del Parlament con una sonrisa de oreja a oreja que no podían esconder. Hoy seis políticos se han levantado de su cama de su celda de su prisión sabiendo que por unas horas podrían volver a ser lo que son y que no les dejan ser. Sabiendo que volverían a hacerlo el edificio del cual fueron arrancados por la injusticia.

Y, sobre todo sabiendo que saldrían de la prisión, no para ser juzgados, no para soportar impertinencias de quién ni se ha molestado en prepararse mínimamente el interrogatorio. Ni tampoco para ir a declarar ante ningún tribunal que no tenía la sentencia escrita antes de empezar a juzgarles, nooo. Hoy los presos políticos han salido de la prisión para explicarse. Para explicarnos. Para decirnos. Y con su propia voz. Y no a través de la voz de un periodista que previamente ha ido a entrevistarlos a prisión, separados por el ya famoso metacrilato, y que después de apuntarse las respuestas en una hoja, como ha podido porque el tiempo siempre es escaso, ha acabado locutándolas sin alma. Y no por culpa del periodista sino porque una triste hoja de papel llenada a través de un metacrilato no puede tener alma.

Hoy los presos políticos han hecho de políticos, sí, pero sobre todo han tenido una sobredosis de calor humano. Los cinco consellers y la consellera han podido abrazarse con gente que les quería transmitir todo su afecto, respeto y apoyo. ¿Usted puede llegar a imaginarse qué puede significar para alguien que está en prisión poder abrazarse con otras personas? Sí, en eso sí que los presos políticos son unos privilegiados porque tienen gente que los quiere. Mucha. Más de la que ellos y ellas quizás se imaginan.

Y cuando salgan definitivamente, seguramente pasarán el resto de su vida abrazándose con gente que les querrá transmitir su afecto, su respeto y su apoyo. Una cosa que quien los ha metido allí dentro de nunca sabrán qué es. Ni por asomo.